domingo, 12 de abril de 2015

La maldad de Dios

En primera instancia, la novela Caín (2009) de José Saramago puede ser leída como una fábula acerca del poder y la resistencia. Desde ese punto de vista, en El poder, una bestia magnífica, un libro de entrevistas realizadas a Michel Foucault, el autor francés reconoce que “las relaciones de poder son las que los aparatos de Estado ejercen sobre los individuos, pero asimismo la que el padre de familia ejerce sobre su mujer  y sus hijos, el poder ejercido por el médico, el poder ejercido por el notable, el poder que el dueño ejerce en su fábrica sobre sus obreros” (2012: 42). Por lo tanto, según lo expuesto por Foucault, puede decirse que el poder aparece por todos lados, no sólo en los mecanismos del Estado. Sin embargo, Foucault también reconoce que “el avance del poder provoca como contragolpe un movimiento de resistencia” (2012: 46). Pues bien, si se parte desde estos conceptos, entonces, la relación entre poder y resistencia es una lectura posible que puede ser realizada con respecto a esta novela del Nobel portugués


     En relación con estas ideas, entonces, en el primer diálogo que sostiene el protagonista de la historia con Dios (sin dudas, Saramago escribiría Su sagrado nombre con minúscula), luego de haber matado a su hermano Abel, el Señor dice con cierto autoritarismo ante los cuestionamientos del primer homicida: “Yo soy el dueño soberano de todas las cosas”. Sin embargo, Caín no se atemoriza frente a Su posible enojo y le responde: “Y de todos los seres, pero no de mi persona ni de mi libertad”. Por lo tanto, ya desde el primer momento, en el texto de Saramago, Dios pretende imponerse como el poder absoluto mientras que Caín se ubica en el lugar de la resistencia, del cuestionamiento ante las decisiones del Padre. Ese intercambio de palabras continua y Dios reconviene a su siervo calificando su discurso como “sedicioso”. No obstante, otra vez Caín se arma de coraje y responde: “Benditos sean los que eligieron la sedición porque de ellos será el reino de la tierra” (2009: 40-41). En consecuencia, a partir de estas palabras, puede decirse que el discurso de Caín no es solamente un discurso de resistencia ante el poder sino que también es uno de rebelión, pues en él opone el posible reino de los cielos destinado a quienes obedezcan al Señor con el posible reino de la tierra destinado a los hombres que se le rebelen. De esta manera, al poder, la obediencia y la esclavitud se le oponen las ideas de resistencia, rebelión y libertad. Los arbitrarios preceptos del poder son cuestionados desde el libre albedrío de la resistencia. El poder tiende a ser conservador en cuanto intenta preservar un orden establecido, en tanto que la resistencia tiende a ser revolucionaria en cuanto intenta cambiar dicho orden.

     Sin embargo, el poder que intenta ejercer Dios sobre Caín no es el único poder que se ejerce en la novela. En su comienzo, Adán también intenta ejercer su poder de hombre sobre Eva, la mujer. Lilith, la fortuita amante de Caín, ejerce el poder de su belleza no sólo sobre su marido sino también sobre la gente de la tierra de Nod. De ella se dice que “es quien gobierne el rebaño” (2009: 55), pero también “se dice que es bruja, capaz de enloquecer a un hombre con sus hechizos”, que los hombres que tuvieron comercio carnal con ella terminaron transformados en espectros, en sombras de lo que habían sido (2009: 57)  De la misma manera, Abraham ejerce su poder como padre sobre su hijo Isaac, su poder como marido sobre su mujer Sara o su poder como amo sobre su esclava Agar; Moisés ejerce su poder como patriarca y líder espiritual del pueblo de Israel; Noe ejerce su poder como jefe de familia y como constructor del arca. Y de la misma manera que Caín se resiste y cuestiona los “inescrutables” designios de Dios, algunos personajes oponen cierta resistencia ante quienes pretenden ejercer el poder sobre ellos. Noah, el marido de Lilith, por ejemplo, se resiste a ser engañado por ésta y por Caín. Isaac, el hijo de Abraham, cuestiona la fe de su padre luego de que Caín lo ha salvado de morir como víctima de un sacrificio solicitado por el Señor. El pueblo de Israel decide adorar a un becerro de oro luego de que Dios y su patriarca Moisés han dado muestras de ausencia. Desde ese punto de vista, tal como lo reconoce Foucault, tanto las relaciones de poder como las de resistencia no son únicas y no se dan en una sola dirección sino que más bien son múltiples y pluridimensionales.

     Por otra parte, del mismo modo que El evangelio según Jesucristo (1991) es una relectura crítica acerca del Nuevo Testamento, Caín también lo es con respecto al Antiguo Testamento. Todo aquello que es asumido como incuestionable en la historia de Dios y sus patriarcas antes de la llegada de Jesucristo es objeto de un cuestionamiento en esta segunda obra de Saramago. La infalibilidad del Señor es puesta en duda, por ejemplo, cuando el ángel que envía para salvar a Isaac del sacrificio impuesto llega tarde y el pobre muchacho, entonces, ha tenido que ser salvado por el estigmatizado Caín. Igualmente es puesta en duda su justicia cuando decide aceptar arbitrariamente las ofrendas de Abel pero no las de su hermano Caín y ocasiona así la enemistad entre ambos. Por eso, cuando Dios lo interpela, Caín manifiesta que el Señor es tan responsable como él por el asesinato de su hermano y le dice, refiriéndose a la muerte de su hermano, “yo fui el brazo ejecutor, pero la sentencia fue dictada por ti  […] Tan ladrón es el que va a la viña como el que se queda vigilando la guarda” (2009: 40). Desde ese punto de vista, Dios es tan culpable de la muerte de Abel como el mismo Caín.

     Ahora bien, esta novela de Saramago no sólo cuenta las vicisitudes de la vida de Caín sino que también narra algunos de los acontecimientos más notorios del Antiguo Testamento. En Caín se narran las historias de Abraham, de la Torre de Babel, de Sodoma y Gomorra, de Moisés, de Josúe, de Job o de Noé. ¿Cómo se realiza esto si por una cuestión de naturaleza la vida de un hombre tal como lo es Caín no alcanza para abarcar un período tan extenso de tiempo? Para esto, Saramago recurre a un mecanismo de ficción en el cual el protagonista de la historia no vive su único presente sino que vive constantes y múltiples presentes que le permiten presenciar los distintos hechos que sucedieron en aquellas antiguas épocas. Cuando regresa a las tierras de Nod, luego de un largo peregrinaje, Caín le dice a Lilith que para ver las cosas que todavía no sucedieron él no estuvo en el futuro sino que estuvo en otro presente, o más bien, en otros presentes. Dice que realmente estaba allí, que se encontraba en otro presente, pues lo que había sido futuro dejaba de serlo, el mañana era ahora (2009: 140). De este modo, Caín “viaja” a través del tiempo bíblico y puede presenciar los acontecimientos más importantes de aquella época, los acontecimientos narrados en el Antiguo Testamento.

     Finalmente, además del tema del poder y la resistencia, otro de los temas polémicos planteados tanto en El evangelio según Jesucristo como en Caín es el de la posible maldad de Dios. En la primera de estas novelas, cuando Pastor (el Diablo) se encuentra reunido con Dios y Jesús en una barca en medio del lago ocultos tras la niebla, dice: “Hay que ser Dios para complacerse en tanta sangre” (1993:300). ¿Por qué el Diablo dice esto? Lo dice porque Dios, ante un pedido de Jesús, ha contado todo lo que va  a suceder luego de que su hijo sea crucificado, ha contado por ejemplo que los cimientos de la futura Iglesia, para quedar bien firmes, “tendrán que ser excavados en carne, y estar compuestos de un cemento de renuncias, lágrimas, dolores, torturas, de todas las muertes imaginables hoy, y otras que solo en el futuro serán conocidas” (1993: 292). Y todas esas muertes ocurrirán como una condición del poder del futuro dios de toda la humanidad, todas esas muertes serán una condición para la expansión de su poder, nada más ni nada menos. De la misma manera, Caín, después de presenciar varios de los funestos hechos narrados en el Antiguo Testamento, concluye que “sólo un loco sin conciencia de sus actos admitiría ser el culpable directo de la muerte de cientos de miles de personas y se comportaría luego como si nada hubiese sucedido, salvo que, y pudiera ser, no se tratara de locura, la involuntaria, la auténtica, sino de pura y simple maldad” (2009: 142). Desde este punto de vista, en ambas novelas se cuestiona la tan remanida frase acerca de que los designios del Señor son inescrutables y se pone sobre el tapete, no sólo la posible inexistencia de Dios, sino también su posible maldad. En este sentido, las novelas de Saramago no dejan de responder a la tradición humanista del Cándido de Voltaire.

Bibliografía
FOUCAULT, Michel (2012). El poder, una bestia magnífica. Buenos Aires, Siglo XXI.
SARAMAGO, José (2009). Caín. Buenos Aires, Alfaguara.
SARAMAGO, José (1993). El Evangelio según Jesucristo. Buenos Aires, Seix Barral.     

     

No hay comentarios:

Publicar un comentario