Antes
que nada es necesario aclarar que el siguiente texto no supone necesariamente
las creencias o la manera de pensar de quien lo escribe sino que es nada más ni
nada menos que la interpretación de una obra literaria. Aclarado este punto
podemos iniciar el análisis pertinente. Uno nunca puede terminar de ser
consciente acerca de las posibles consecuencias de lo que escribe, así que
siempre vale la pena aclarar.
En un artículo titulado “El factor Dios” y
publicado por el diario El país de
España el 18 de septiembre de 2001, justo en la semana inmediata posterior al
atentado terrorista a las Torres Gemelas, José Saramago reconoce que “Dios es
inocente” de todas aquellas posible catástrofes que se le hayan imputado o se
le puedan llegar a imputar. Entre esas, por supuesto, se encuentra el atentado
anteriormente mencionado. Desde este punto de vista, uno puede llegar a pensar
que no es Dios quien ha creado al hombre sino el hombre quien ha creado a Dios.
Sin Dios, el hombre debe hacerse responsable de cada uno de sus actos ya que no
tiene quien lo justifique en la concreción de los mismos. Se puede decir
entonces que el hombre “crea” a Dios para poder justificar cada uno de sus
posibles actos, hasta los más abyectos y perversos. Por eso, Saramago
señala que desde el principio de los tiempos las religiones “nunca han servido
para aproximar y congraciar a los hombres” sino que por el contrario, “han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de
matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno
de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana”.
En este sentido, el pensamiento del escritor portugués puede inscribirse y responde a la tradición humanista volteriana. Recordemos que en el Cándido de Voltaire, el Profesor Pangloss, uno de los personajes de la novela, plantea bajo el influjo de la filosofía de Leibniz que Dios ha creado “el mejor de los mundos posibles”. Sin embargo, Cándido, el protagonista, se transforma a cada momento en el testigo de un mundo en el cual las catástrofes tanto naturales como humanas ocurren constantemente. Las guerras, las torturas, las muertes y demás violencias físicas son cosas de todos los días. Es entonces cuando el inocente Cándido comienza a preguntarse acerca de la verosimilitud de las enseñanzas de su maestro, comienza a preguntarse por qué Dios no protege al hombre de los males que lo asolan, por qué permite la destrucción de los unos por los otros. Y siempre teniendo en cuenta Su Sagrado Nombre. Y concluye pensando que si Dios es bueno, no puede haber creado semejante mundo. Por lo tanto, desde este punto de vista, puede inferirse, tal como lo hace Saramago en su artículo, que Dios “no existe, no ha existido, ni existirá nunca”. Lo que realmente existe es el factor Dios, una construcción mental que sólo se encuentra en el cerebro de los hombres, una idea que ha sido creada por la imaginación de los seres humanos. Dios, entonces, existe tan sólo como una creación humana. Dios ha sido creado por el hombre. El hombre ha creado el factor Dios para justificar cada una de sus acciones. Es el factor Dios, por ejemplo, el que se transformó en el Dios islámico que lanzó contra las Torres Gemelas “los aviones de la revuelta contra los desprecios y la venganza contra las humillaciones". Tal como también fue el factor Dios el que permitió la existencia de la Inquisición, una organización tan terrorista como la de los talibanes islámicos que se arrogó el derecho de interpretar literal y perversamente la palabra de los textos sagrados y actuar en consecuencia, actuar provocando el sufrimiento y la muerte de una cantidad inconmensurable de personas a lo largo de los numerosos años de la historia humana.
En este sentido, el pensamiento del escritor portugués puede inscribirse y responde a la tradición humanista volteriana. Recordemos que en el Cándido de Voltaire, el Profesor Pangloss, uno de los personajes de la novela, plantea bajo el influjo de la filosofía de Leibniz que Dios ha creado “el mejor de los mundos posibles”. Sin embargo, Cándido, el protagonista, se transforma a cada momento en el testigo de un mundo en el cual las catástrofes tanto naturales como humanas ocurren constantemente. Las guerras, las torturas, las muertes y demás violencias físicas son cosas de todos los días. Es entonces cuando el inocente Cándido comienza a preguntarse acerca de la verosimilitud de las enseñanzas de su maestro, comienza a preguntarse por qué Dios no protege al hombre de los males que lo asolan, por qué permite la destrucción de los unos por los otros. Y siempre teniendo en cuenta Su Sagrado Nombre. Y concluye pensando que si Dios es bueno, no puede haber creado semejante mundo. Por lo tanto, desde este punto de vista, puede inferirse, tal como lo hace Saramago en su artículo, que Dios “no existe, no ha existido, ni existirá nunca”. Lo que realmente existe es el factor Dios, una construcción mental que sólo se encuentra en el cerebro de los hombres, una idea que ha sido creada por la imaginación de los seres humanos. Dios, entonces, existe tan sólo como una creación humana. Dios ha sido creado por el hombre. El hombre ha creado el factor Dios para justificar cada una de sus acciones. Es el factor Dios, por ejemplo, el que se transformó en el Dios islámico que lanzó contra las Torres Gemelas “los aviones de la revuelta contra los desprecios y la venganza contra las humillaciones". Tal como también fue el factor Dios el que permitió la existencia de la Inquisición, una organización tan terrorista como la de los talibanes islámicos que se arrogó el derecho de interpretar literal y perversamente la palabra de los textos sagrados y actuar en consecuencia, actuar provocando el sufrimiento y la muerte de una cantidad inconmensurable de personas a lo largo de los numerosos años de la historia humana.