lunes, 21 de diciembre de 2015

Epígrafes

Las noticias del mundo
     Mi papá siempre nos decía que era nuestro deber estar al tanto de las noticias. Cuando yo era pequeño, en su auto siempre escuchábamos las noticias de la radio. Algo que sucedía a 1600 kilómetros o en nuestra cuadra. Alguna atrocidad que yo no comprendía. Pero él no cambiaba de frecuencia. No apagaba la radio. Seguía escuchando. Para afrontarlo. Para mantener los ojos abiertos. Escuchar las noticias era pagar el alto precio de vivir.
Tyresse en Walking Dead
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El éxtasis del oro
     He pasado toda mi vida espantado. Asustado por cosas que pueden pasar, podrían pasar, podrían no pasar. Cincuenta años. Encontrándome despierto a las tres de la mañana. ¿Pero sabes qué? Desde mi diagnóstico, duermo muy bien. Todo lo que he hecho, las cosas que he tenido que hacer, tengo que vivir con ellas. Todos los sacrificios que he hecho por esta familia, todos, lo hice por una buena razón. Nunca entregar el control. Vivir la vida en tus propios términos. ¿Quién está a cargo? Yo. Así es como vivo mi vida.
Walter White


 ¿Qué es un fantasma?
     ¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez. Un instante de dolor quizás. Algo muerto que parece por momentos vivo aún. Un sentimiento suspendido en el tiempo. Como una fotografía borrosa. Como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma. Eso soy yo.
El espinazo del diablo

Caos
     El caos no es un pozo. El caos es una escalera. Muchos de lo que han tratado de subirla han fallado y no han podido volver a intentarlo. La caída los quiebra. A algunos se les da la oportunidad de subirla, pero la rechazan. Se aferran al reino, o a los dioses, o al amor. Ilusiones. Sólo la escalera es real. La subida es todo lo que hay.

Lord Baelish



sábado, 5 de diciembre de 2015

El duelo

El bueno coloca una piedra en medio de la superficie agrietada del cementerio. En ella ha escrito el nombre de la tumba en la cual está enterrado el tesoro. Retrocede unos pasos. El feo y el malo lo miran. Luego se miran con suspicacia entre ellos. El malo toma su arma. Ingresan en la superficie en medio del camposanto. Los tres hombres caminan lentamente en círculos con sus manos apoyadas en la culata de sus revólveres. Se miran constantemente a los ojos. Una tensión silenciosa crece entre ellos. Se distancian de manera simétrica sin haberlo acordado anteriormente. Parece existir un código secreto entre ellos. La superficie agrietada resplandece bajo un sol tremendo, las espaldas de los hombres aguantan el calor del desierto. Las cruces del cementerio los observan. En medio del silencio, se escucha el graznido de los cuervos. Los tres hombres están parados a una distancia equidistante. El tiempo se detiene. El feo sigue con su mano izquierda apoyada en el revólver. El bueno tiene sus manos sueltas, relajadas, como si el asunto ya estuviera resuelto. Los ojos del malo se encuentran casi fuera de sus órbitas, ansiosos. El bueno mantiene un cigarro entre la comisura de sus labios. El feo lo mira de costado. Disimula su nerviosismo. Tiembla ligeramente aunque nunca fue un hombre cobarde. El malo sigue mirándolos con ansiedad. Aproxima lentamente la mano derecha a su arma. El tiempo se hace eterno. El bueno sigue contemplándolos con tranquilidad. El malo mira a uno y al otro. ¿Quién disparará primero? Juguetea con sus dedos, los prepara para el enfrentamiento inminente. El feo apoya sus manos en el cinturón lleno de balas. Quiere simular tranquilidad. ¿Quién es el más peligroso? El malo respira con cierta agitación. El bueno sigue calmo, con el cigarro aún en la comisura de sus labios. El feo mueve lentamente su mano derecha hacia el arma en su costado izquierdo. Transpira copiosamente. Los hombres se miran, se evalúan. ¿A quién le dispararé? ¿Quién me disparará? Todo sea por el oro. El feo mira alternativamente a uno y al otro. Sus ojos van para un costado y el otro. El malo los abre desmesuradamente. Los ojos del feo, por el contrario, se achican. Los del bueno permanecen iguales, sin abrirse ni cerrarse. Miran fijamente hacia el frente. Los del malo parecen a punto de salirse de sus órbitas. Los hombres se miran. Las manos permanecen al costado de sus armas. Las del feo y las del malo, tensas. Las del bueno, relajadas. El feo desenfunda primero. El malo le sigue. Pero el bueno es quien dispara primero. El feo cae herido al costado una tumba abierta y vacía. La tumba en la cual el malo había cavado creyendo que allí estaba enterrado el tesoro. El malo intenta disparar repetidas veces. Las balas no salen de su arma. Estaba vacía. Se la había dado el bueno. Había sido víctima de su astucia. El feo intenta levantarse y disparar contra el bueno, pero éste lo remata con un nuevo disparo. El feo muere y cae dentro de la tumba vacía. El malo queda a merced del bueno.