En
un artículo titulado “El Orient de una novela”, el investigador Rodolfo Mata,
al referirse a la novela Relato de un
cierto Oriente de Milton Hatoum, realiza una advertencia acerca de la
ubicación del adjetivo indefinido “cierto” con respecto al sustantivo propio
“Oriente”. En principio, hace una distinción entre la posible expresión “un
Oriente cierto” y la que figura en el titulo de la novela, es decir, “un cierto
Oriente”. En relación a la primera señala que, si el adjetivo es pospuesto al
sustantivo, su significado refiere entonces una certeza con respecto a la
visión que se tiene de ese Oriente, es un Oriente conocido, verdadero, preciso,
determinado, único. En cambio, en el segundo caso, cuando el adjetivo en
cuestión es antepuesto al sustantivo, el significado es otro, aquí lo cierto
pasa a ser sinónimo de indeterminado, algún, cualquier. Es decir, remarca la
incertidumbre acerca de cómo es ese Oriente al cual alude el título de la
novela. El Oriente que narra y describe el escritor brasileño allí, por lo
tanto, es un Oriente más entre muchos otros Orientes, es una versión más entre
otras muchas versiones más. A partir de este hecho, Mata reconoce, entonces,
que
Relato de un cierto
Oriente […]
remite a toda una tradición de la idea de Oriente, una tradición aparentemente
determinada, monolítica, pero después nos muestra una peculiar versión, la de
los inmigrantes árabes en la región amazónica, uno entre tantos orientes
posibles (Mata, 1996: 107)
Por
lo tanto, se puede decir que la versión de Oriente que nos ofrece Hatoum en su
primera novela es la de un Oriente que pretende instalarse en un nuevo espacio
geográfico, el espacio de la Amazonía. Es así, en consecuencia, como una
cultura árabe oriental comienza a interactuar no sólo con una cultura nativa
americana sino también con una europea occidental que ha impuesto su discurso
hegemónico en la región mencionada.
En relación a esto, en otro artículo
titulado “Passagem para um certo Oriente”, el mismo Hatoum señala las
influencias que lo llevaron a construir esa versión tan particular de un cierto
Oriente ubicado en el Amazonas. En primer lugar, acepta que el Oriente
comentado e imaginado por Jorge Luis Borges fue fundamental. Hatoum reconoce
que comenzó a interesarse por la obra de algunos orientalistas luego de haber
leído al famoso escritor argentino. De esta manera, se dio cuenta de que
esos
orientalistas concibieron el Oriente como un museo imaginario, esto es,
produjeron varias modalidades de discursos que […] domesticaron un saber para
el Occidente, a través de códigos, reglamentos, clasificaciones y traducciones
que en su conjunto forman un simulacro de Oriente y lo reproducen en Occidente
y para Occidente (Hatoum, 1993: 167)
Asimismo,
Hatoum señala que sus influencias no sólo fueron librescas sino que también
provinieron de los relatos orales de dos personas que posteriormente fueron
ficcionalizadas en su novela. Una era Mohammed Alí Assi, su abuelo; la otra era
Maria do Carmo, llamada la Ninfa, una india aculturada que servía la familia.
De estas dos fuentes, Hatoum escuchaba alternadamente las historias de Oriente
y las de la selva amazónica. Según él, eran voces que contaban historias,
anécdotas, leyendas y fábulas de dos mundos que él desconocía pero imaginaba:
el Amazonas y el Oriente. Era “un discurso que encerraba símbolos emblemáticos,
en los que el Otro comenzaba a ser percibido y concebido: alguien exótico,
proveniente de otros lugares desconocidos” (Hatoum: 1993: 165). En
consecuencia, puede reconocerse que en el relato narrado en la novela de Hatoum
acerca de ese cierto Oriente instalado en el Amazonas no sólo existen las
influencias cultas de la lectura sino que también están presentes los relatos
de vida de quienes lo rodearon durante su infancia. En este sentido, se puede
decir también que el Oriente de Hatoum es construido a partir de cierta
experiencia autobiográfica, es decir, a partir de ciertas vivencias propias y
personales del autor.
Con respecto a esa idea de Oriente que se
construye en y para el Occidente, Hatoum no sólo reconoce la influencia de Borges
sino que también menciona Edward W. Said, el reconocido intelectual palestino.
Desde este punto de vista, no hay que olvidar que en su obra Orientalismo, este autor analiza el
fenómeno de la construcción discursiva del Oriente a partir del Occidente.
Aquí, Said define de varias maneras lo que podría ser el orientalismo. Sin
embargo, para sintetizar esta idea, según él, puede definirse al orientalismo
como la representación prejuiciosa que el Occidente tiene con respecto al
Oriente, pero sin dejar de reconocer la existencia de un Oriente que, de manera
complementaria, se deja representar pasivamente por el Occidente (Said, 2002:
19-20). Por lo tanto, se puede percibir fácilmente que la visión que Occidente
tiene con respecto al Oriente es una visión etnocéntrica, es decir, “una visión
que eleva a la categoría de universales los valores de la sociedad a la que se
pertenece” (Todorov, 1991: 21). Del mismo modo, la Amazonía es un espacio
geográfico que es construido a partir de una visión occidental que se pretende
civilizada pero que en realidad, al igual que la visión que se tiene con
respecto al Oriente, no deja de ser etnocéntrica. Según la investigadora
chilena Ana Pizarro,
la
Amazonía es una región cuyo rasgo más general es el de haber sido construida
por un pensamiento externo a ella. Ella ha sido pensada, a nivel internacional,
a través de las imágenes transmitidas por el ideario occidental, europeo, sobre
lo que él ha considerado su naturaleza, es decir, sobre el papel que ha ocupado
la Amazonía en su experiencia (Pizarro, 2009: 26).
En
consecuencia, puede verse como existen marcadas coincidencias entre los
imaginarios que el Occidente instaura no sólo con respecto al Oriente sino
también en referencia a la Amazonía. Estos dos espacios son vistos como
territorios incivilizados en los cuales prevalece la barbarie, en tanto que
Europa Occidental es vista como el territorio de la civilización que se
construye a partir del ideario de una razón iluminadora. Por lo tanto, el deber
del hombre europeo, del hombre civilizado, es llevar el progreso a esas tierras
bárbaras e incultas.
Algo de esto último puede notarse en un
cuento del mismo Hatoum titulado “Una carta de Bancroft”. Allí se narra un
sueño del escritor Euclides da Cunha en el cual aparece abruptamente un francés
de nombre Gobineau, un francés que “intenta convencer a Euclides de
que las tierras incultas de América son viables solamente con la colonización
europea” (Hatoum; 2013, 25). ¿Quién es este tal Gobineau? No
es ni más ni menos que un intelectual del siglo XVIII que propugnaba lo que
Todorov, en Nosotros y los otros,
reconoce como una teoría racialista vulgar, es decir, una teoría un la cual el
hombre europeo se percibe como superior a los otros hombres de la tierra a
partir de los criterios básicos de belleza, fortaleza física y capacidad
intelectual (Todorov, 2007: 115). Según la perspectiva de Gobineau, el hombre
europeo es más bello, más fuerte y más inteligente que el resto de los hombres
de la tierra. Por lo tanto, su deber es civilizar y llevar el progreso a los
otros, a los bárbaros, a los incultos, a los salvajes. Desde punto de vista,
entonces, tanto el hombre oriental como el nativo americano es un hombre
inferior que debe ser “educado”. Así entonces, en ese sueño narrado en el
cuento de Hatoum, Euclides da Cunha soñó que “la Amazonía […] ya no era una
Tierra Ignota. Europeos de buena estirpe la habían poblado: áreas inmensas de
selva estaban siendo devastadas y urbanizadas; la Amazonía, en suma, sería una
extensión de Manaos y de Belén, ciudades cosmopolitas” (Hatoum, 2013: 25).
En el caso de la Amazonía, no hay que
olvidar que los primeros hombres europeos que arribaron al territorio entre los
siglos XV y XVI fueron los conquistadores españoles y portugueses. Según Ana
Pizarro, ellos construyeron una particular visión de este espacio geográfico,
una visión que provenía tanto de un discurso medieval con un alto componente
oscurantista inquisitorial como de uno renacentista que reproducía los
contenidos míticos de la antigüedad grecolatina. Es en este preciso momento
histórico entonces cuando se produce el contacto cultural entre el hombre
europeo occidental y el nativo americano. Es este el momento en el cual los
discursos de quienes son considerados inferiores es acallado, silenciado,
censurado, impugnado. Desde el punto de vista del análisis que Ángel Rama
efectúa a partir de una reflexión del antropólogo Fernando Ortiz, se produce un
proceso de aculturación, es decir, un
proceso en el cual está implicada necesariamente la pérdida o el desarraigo de
una cultura precedente a partir de la invasión de otra cultura supuestamente
más fuerte (Rama, 1982: 209). En este caso, existe una actitud de
vulnerabilidad cultural en la cual se aceptan las proposiciones culturales
externas mientras se renuncia casi sin lucha a las propias (Rama, 1982: 208).
Raúl Bueno, siguiendo las ideas de Antonio Cornejo Polar, prefiere hablar de heterogeneidad antes que de aculturación. En primer lugar, aclara
que la heterogeneidad se produce cuando dos o más culturas entran en contacto
(Bueno, 1996: 27). A partir de este hecho, Bueno señala que este concepto tiene
la ventaja de aceptar una cierta individuación de los elementos en contacto, ya
que su característica más importante es la de la insolubilidad de los elementos
en juego, su capacidad de afirmar la discontinuidad cultural, de marcar las
fisuras que establece la pluricultura. Asimismo, no hay que olvidar que, cuando
se habla de heterogeneidad, se está hablando de la existencia de una totalidad
en la cual los distintos elementos culturales no conviven en armonía sino todo lo contrario, conviven
en conflicto y aún en contradicción (Bueno, 1996: 28). Entonces, puede decirse
que cuando el hombre europeo entra en contacto con el nativo americano no se
produce una aculturación de este último aunque así lo parezca a primera vista,
sino que, por el contrario, se da una heterogeneidad en el cual el discurso de
los vencidos permanece por debajo del los vencedores, subyacente, latente,
esperando el momento de manifestarse. En este sentido, de acuerdo a lo que señala
Ana Pizarro,
A
partir del siglo veinte, ya es posible escuchar las voces plurales de una
realidad que ha ido poniendo en evidencia las hegemonías, pero en ella también
las fisuras, las hendijas, los resquicios a través de las cuales es posible
percibir las voces de los vencidos (Pizarro, 2009: 154).
Pues bien, en Relato de un cierto Oriente, la novela de Hatoum, no se muestra
tanto el contacto entre una cultura europea occidental y una nativa americana,
sino que más bien se narra la presencia de otra cultura en el espacio
geográfico amazónico, la de la cultura árabe oriental. Así lo reconoce también
la mencionada Ana Pizarro, cuando al analizar la estética ilustrada que
pretende representar a través de la literatura esa realidad amazónica, señala
que “otras voces surgen de las ciudades amazónicas de hoy, diseñando problemas
que se superponen a los conocidos: el de los inmigrantes” (Pizarro, 2009: 168-169).
Asimismo, precisa que la árabe es “una inmigración históricamente importante
que no había tenido voz propia” (Pizarro, 2009: 169) hasta que Hatoum la recreó
en sus novelas. De esta manera, la
construcción discursiva heterogénea de la Amazonía se ve enriquecida con este
nuevo elemento, un elemento oriental que es introducido a partir del proceso de
emigración llevado a cabo por los libaneses hacia este territorio. Desde esta
perspectiva, según Said, “un emigrado es cualquiera que emigra a un nuevo país.
En esta cuestión la elección es ciertamente una posibilidad” (Said, 2005: 188).
Ahora bien, cuáles son los motivos por los cuales los orientales emigran hacia
la Amazonía, quiénes son los miembros de la familia que protagonizan la novela
de Hatoum que primero lo hacen, cómo se establecen y qué percepción tienen
acerca del lugar. Estos son los interrogantes que intentarán ser respondidos a
continuación.
Con respecto a los motivos de la
emigración, en esta novela no aparecen claramente mencionados. Sin embargo, en
otra de las novelas de Hatoum, en Dos
hermanos, se cuenta que Galib, el padre de Zana, la madre de los dos
hermanos a los cuales se refiere el título de la misma, cuando vivía en Líbano
solía visitar a amigos y conocidos, cristianos amenazados e, incluso,
perseguidos por los otomanos (Hatoum, 2007: 66). De esta manera, se sugiere que
las persecuciones religiosas podrían haber sido una de las posibles causas por
las cuales algunos libaneses tendrían que haber emigrado (en este sentido, no
hay que olvidar que tanto la familia Galib como la de Emilie, la matriarca que
protagoniza Relato de un cierto Oriente,
eran cristianos maronitas). En relación a quiénes emigraron a la Amazonía, en
la primera novela de Hatoum, el marido de Emilie menciona que el primero de su
familia en llegar a “aquel lugar nebuloso y desconocido para casi todos los
brasileños” (Hatoum, 2006: 97) fue un tío suyo llamado Hanna. Menciona que “combatió por el Blasón de
la República Brasileña; obtuvo el grado de coronel de las Fuerzas Armadas,
aunque en el Monte Líbano se dedicase a la crianza de carneros y al comercio de
frutas” (Hatoum, 2006: 97). Sin embargo, también aclara que nunca supieron el
porqué de su venida a Brasil. El marido de Emilie siguió el camino de su tío
Hanna tal vez por una vocación de aventura y con el tiempo comprendió que “la
visión de un paisaje singular puede alterar el destino de un hombre y tornarlo
menos extraño en la tierra que pisa por primera vez” (Hatoum, 2006: 99). En
este punto se presenta la idea del extranjero que se siente extraño en el nuevo
territorio al que llega, pero que al mismo tiempo comienza a identificarse como
un extranjero que se siente “menos” extraño a causa de la contemplación de un
paisaje particular, un extranjero que, en cierto modo encuentra su lugar en el
mundo en un espacio que no es el natal. Tal vez esta sea la experiencia que
define el modo de ser de un emigrante, el hecho de ser un extranjero que de una
manera u otra se va convirtiendo en lugareño.
Finalmente, con respecto a la percepción que los primeros inmigrantes
árabes tienen acerca del nuevo espacio geográfico en el cual intentan
instalarse, el marido de Emilie recuerda que decidió quedarse en la ciudad de
Manaos al ver de lejos la cúpula de un teatro que se asemejaba a una mezquita
que jamás había visto, pero que constaba en la historia de los libros de su
infancia y en la descripción de un hadji de su tierra (Hatoum, 2006: 103). Sin
dudas, la cúpula que contempla el marido de Emilie al llegar a Manaos es la del
famoso Teatro Amazonas, esa construcción monumental que pretende recrear la
civilización europea decimonónica en el territorio salvaje y bárbaro de la
Amazonía. De esta manera, en la
percepción de este personaje, se expresa una suerte de traducción cultural en
la cual lo europeo occidental es recreado en el espacio americano amazónico al
mismo tiempo que es percibido desde la perspectiva árabe oriental de un recién
llegado. Con respecto al concepto de traducción, en Después de Babel, George Steiner, al analizar la producción
ensayística de Walter Benjamin, reconoce que la fusión de elementos
lingüísticos y culturales originados en la traducción puede y debe existir
debido a que “los seres humanos quieren
decir las mismas cosas y la voz manifiesta los mismos miedos y las mismas
esperanzas, aunque las palabras sean pronunciadas de modo
diferente”. Asimismo, el crítico francés señala que “para cuajar esa alquimia,
una traducción debe conservar una extrañeza y una ‘otredad’ vitales ante su
propia lengua”. De esta manera, “el traductor enriquece su lengua permitiendo
que la lengua de la que traduce la penetre y modifique. Pero hace aún más:
expande su idioma nativo hacia el absoluto secreto de la significación”
(Steiner, 1998: 85). En este sentido, la traducción cultural que se produce en
la percepción del marido de Emilie al llegar a Manaos puede ser vista desde el
análisis que Steiner hace con respecto a la traducción lingüística en general,
pues una lengua no deja de ser la manera en que se expresa una cultura, la
manera en que se inserta en la mentalidad colectiva de sus integrantes. De ese
modo, entonces, esa misma percepción actúa como una alquimia en la cual lo europeo, lo amazónico y lo oriental se
integran de tal forma que recrean una realidad cultural significativamente
novedosa, heterogénea, distinta a la original de cada cultura en particular.
En
conclusión, la novela Relato de un cierto
Oriente del escritor brasileño Milton Hatoum puede ser leída como la
historia de unos inmigrantes libaneses que, al arribar a la Amazonía,
incorporan a las ya establecidas voces de la hegemonía europea occidental y la
resistencia de los nativos americanos vencidos, la voz de los recién llegados,
la de unos viajeros que llegan desde un territorio supuestamente exótico en el
cual sus habitantes, al igual que los de la región amazónica, son vistos desde
una mirada etnocéntrica por parte de quienes se presumen racial y culturalmente
superiores. De esta manera, se produce, a partir del contacto entre distintas realidades
culturales, la conformación de una totalidad heterogénea en la cual los
distintos elementos no conviven en armonía sino todo lo contrario, lo hacen a
partir del conflicto y muchas veces de la contradicción. Sin embargo, más allá
de las diferencias, entre estos elementos no deja de existir una suerte de
traducción en la que, por ejemplo, lo europeo occidental recreado en el
territorio amazónico puede ser percibido desde una perspectiva árabe oriental
originando de este modo un imaginario cultural novedoso, original y
heterogéneo.
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