domingo, 28 de junio de 2015

La presencia del döppelganger en la narrativa de Javier Marías

En este trabajo se analizarán dos cuentos de Javier Marías que tratan sobre una misma temática pero desde perspectivas diferentes según el punto de vista del narrador. Estos dos cuentos son Gualta y La canción de Lord Rendall. Y el tema en común que comparten es el del döppelganger. Ésta es una palabra alemana que fue utilizada por primera vez por el poeta romántico Jean Paul Richter en 1796 y significa literalmente “el doble que camina”. En este sentido, hace referencia a la existencia de un alter ego, un otro yo idéntico al de una persona en particular y, por lo general, este alter ego es una suerte de gemelo malvado del ser original. En las leyendas nórdicas o germánicas ver al doble era un augurio de mala suerte. Luego, el romanticimo se interesó por el fenómeno del doble como manifestación del lado oscuro y misterioso del ser humano.

     Con respecto a los cuentos de Javier Marías, se puede ver que tanto en Gualta como en La canción de Lord Rendall existe un narrador intradiegético protagonista desde el cual se construye la visión de los hechos. Además, por su temática, se puede clasificar a estos cuentos como fantásticos, pues en los dos se presenta un acontecimiento sobrenatural que resquebraja la cotidianeidad de los personajes y pone en duda la relación lógica de los hechos. Por lo tanto, se puede decir que, a causa de la clase de narrador y del carácter fantástico de las historias narradas, existe una visión extremadamente subjetiva de los hechos. Esto se nota en algunas características narrativas particulares que comparten. Por ejemplo, los narradores vacilan continuamente ante lo que les está sucediendo e intentan buscar distintas explicaciones para lo que aparentemente es inexplicable. Asimismo, ambos cuentos recurren a referencias intertextuales reales o ficticias que le permiten al narrador interpretar lo que está delante de ellos y que inscriben a los relatos dentro de la tradición literaria fantástica anglosajona.

    En primer lugar, se analizará la presencia de lo siniestro en lo fantástico. Desde este punto de vista, la contemplación del döppelganger es, si no siniestra, al menos perturbadora. Pero supongamos que esta presencia es efectivamente siniestra, ¿qué dice Sigmund Freud con respecto a esto? En primer lugar, el psicólogo austriaco postula que “lo siniestro sería aquella suerte de espantoso que afecta a las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás” (Freud, 2). Y con respecto a la figura del doble dice que
Uno participa en lo que el otro sabe, piensa y experimenta; con la identificación de una persona con otra, de modo que pierde el dominio sobre el propio yo y coloca el yo ajeno en lugar del propio, o sea: desdoblamiento del yo, partición del yo, sustitución del yo (Freud, 8)
Como se puede ver, ambas características se hacen presentes en los cuentos de Javier Marías. La primera, sobre todo en La canción de Lord Rendall; mientras que la segunda lo hace más bien en Gualta.
      Ahora bien, como se dijo anteriormente, el objetivo de este trabajo es mostrar cómo se percibe la figura del doble por parte de los narradores protagonistas de estos dos cuentos. En este sentido, se visualizará la imagen que ellos tienen acerca de sus dobles como antagonistas. Con respecto a Gualta, el título es un sustantivo propio que hace exclusiva referencia al personaje que encarna a ese doble que tanto perturba al narrador, Gualta es el apellido del doble antagonista. Mientras que en La canción del Lord Rendall el sentido del título es un poco más complejo. Es un sintagma nominal cuyo núcleo se refiere a una obra artística, una canción; en tanto que su modificador indirecto alude al tema de esa obra. Supuestamente esta es una canción popular inglesa cuya letra es recordada por el narrador protagonista y que, hacia el final del cuento, pone de manifiesto su vacilación con respecto a la responsabilidad del crimen cometido por su “gemelo malvado”. Por otra parte, el título de este cuento también establece una suerte de relación intertextual entre sus dos partes. Pero esta es una intertextualidad ficticia ya que tanto el supuesto autor al cual se le atribuye la escritura del cuento, James Ryan Denham, como la cancón popular que sirvió de inspiración para su redacción son invenciones de Javier Marías, el autor real del cuento. Por lo tanto, el título permite identificar tres posibles instancias a partir de las cuales se construye el relato: primero, la de Tom Booth, el narrador protagonista; en segundo lugar, James Ryan Denham, el autor ficticio; y en tercero y último, Javier Marías, el autor real.
     En relación a la intertextualidad, en Gualta se establecen referencias reales que también vinculan a este cuento con la tradición literaria anglosajona. En él se alude al cuento William Wilson de Edgar Allan Poe y a las novelas El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. De estas tres referencias, la que mejor se ajusta por su temática al cuento de Javier Marías es la de Poe, pues allí aparentemente se da la existencia de un döppelganger fuera del ser del narrador protagonista. Aunque si se hace una lectura atenta del cuento de Poe, se puede deducir a través de algunos indicios que el otro yo que atormenta al protagonista no es ni más ni menos que la voz de su propia conciencia que le llama la atención sobre los pecados que él comete. En Gualta, por el contrario, el doble no es la voz de la conciencia ni nada que se le parezca, sino que parece ser una persona efectivamente real, no un producto de la imaginación del narrador protagonista. Desde el punto de vista de este último, Xavier Gualta, el colega catalán, es otra persona con mi mismo ser. Es decir, Gualta no es Santín, es otra persona fuera de él, pero tanto física como psicológicamente comparte su forma de ser, es idéntico a él. Eso puede verse claramente desde el primer encuentro que Javier Santín, el ejecutivo madrileño, tiene con su antagonista:
Gualta y yo éramos físicamente idénticos, como los gemelos del cine, pero no era sólo eso: además, hacíamos los mismos gestos al mismo tiempo, y utilizábamos las mismas palabras (nos quitábamos la palabra de la boca, según la expresión coloquial) (Marías, 48)
 Sin dudas, esta experiencia provoca una fuerte crisis de identidad en el narrador.
     Ahora bien, ¿qué siente Santín con respecto a Gualta? Por lo que expresa, siente un profundo rechazo. Santín dice: “Y me detesté. Es decir, detesté a Gualta, idéntico a mí [  ]. En Gualta me vi, y en Gualta vi a un sujeto estomagante, capaz de cualquier cosa, carne de paredón. Como he dicho, me odié sin vacilación” (Marías, 49). Entonces, ¿qué hace el narrador ante esta situación conflictiva? Simplemente comienza a cambiar, se propone dejar de ser el que es. En cierta manera, tal como lo decía Freud en Lo siniestro cuando habla acerca de la figura del doble, pierde el dominio sobre su propio yo e intenta colocar un yo ajeno en lugar del propio, intenta sustituir su forma de ser por otra. Ya no quiere ser ese sujeto relamido y presuntuoso que ve en Gualta e intenta construir una nueva personalidad. De la pulcritud pasa a la grosería, de la suavidad pasa a la reciedumbre y de la eficiencia pasa a la negligencia. Ya no pretende ser el que era sino que pretende ser otro. Por desgracia para él, también en Gualta parece producirse un proceso similar. Este cambio de personalidad en el narrador marca el comienzo de su caída tanto familiar como profesional. Por lo tanto, se puede decir que, tal como en las antiguas leyendas nórdicas o germanas, la contemplación del doble es un augurio de mala suerte.

     Si en Gualta el narrador percibe al doble como a otra persona con su mismo ser, en La canción de Lord Rendall sucede algo muy distinto. En este caso, el narrador percibe a su doble como a su misma persona con otro ser. Es decir, así como en el primer cuento el döppelganger está fuera de la persona del protagonista, es otra persona, en este segundo cuento el doble pare ser una emanación del mismo protagonista pero con otra conducta, con otra forma de ser, una conducta y una forma de ser que serían totalmente distintas a las que podría esperar en él mismo. Es más, existe una gradación creciente en la cual el narrador asume la identidad de su doble casi como propia. Comienza diciendo que ese hombre “era exactamente igual que yo” (Marías, 59), para luego decir progresivamente: “el hombre que era yo” y “el hombre que es yo” (Marías, 60) pasando de un tiempo pasado que en cierta manera aleja la identificación entre las dos personas a otro tiempo presente que la acerca, que hace que la identidad del doble sea la misma que la del protagonista. Pero si en el protagonista se da una forma de ser positiva, en su doble esta forma es negativa; pues mientras el protagonista pretende ser afectuoso y cariñoso con su mujer después del largo tiempo en el que ha estado ausente a causa de la guerra, su doble asume una actitud de “burla o recriminación” (Marías, 60) hacia ella para terminar derivando directamente en el maltrato físico y el asesinato. Así se puede ver de que manera el doble no tiene un ser idéntico al del protagonista sino que por el contrario es su gemelo malvado. Y aquí es donde se presenta aquella sensación siniestra de la cual hablaba Freud y en la que lo familiar se hace espantoso. En este caso también, tal como lo proponía el romanticismo, el döppelganger es la materialización del lado oscuro y misterioso del ser humano, es una suerte de manifestación de su inconsciente.
     Otro elemento importante que diferencia a los protagonistas de ambos cuentos tiene que ver con la actitud que asumen ante la presencia de su doble. En un caso, existe una actitud activa, mientras que en el otro es más bien contemplativa. En Gualta, Javier Santín cuando está frente a su antagonista siente que lo detesta, lo odia sin vacilación. Por lo tanto, decide cambiar, decide dejar de ser el que es para transformarse en otro. Todo con el fin de diferenciarse de su doble. Y para dejar de ser el que es debe actuar. Por ejemplo, no sólo modifica su aspecto físico sino que también cambia su comportamiento: se deja crecer el bigote, se implanta cabello, habla más reciamente, deja de ser caballeroso con las mujeres, etc. Progresivamente, deja de ser él mismo tanto en el trabajo como con su esposa. En cambio, en La canción de Lord Rendall sucede algo muy distinto. Aquí, Tom Booth, cuando ve a su gemelo malvado cometer los crímenes que comete, sólo atina a contemplarlo sin actuar. Se dice a sí mismo:
Tengo que romper el cristal y entrar y matar al hombre antes de que él mate a Martin o a su propio hijo recién nacido. Tengo que impedirlo. Tengo que matarme ahora mismo. Sin embargo, yo estoy de este lado del cristal, y el peligro seguiría adentro. (Marías, 61)
Es decir, el protagonista sabe que debe evitar un segundo crimen. Pero de la misma manera que se quedó del otro lado del cristal en el primero, también se queda en este otro. Sólo es el mero testigo de unos crímenes que no puede evitar.

     Y es desde la acción o la inacción de estos personajes desde donde se derivan sus vacilaciones con respecto a lo que tendrían que haber hecho o dejado de hacer ante la presencia del döppelganger. Por ejemplo, Javier Santín, después de haber cambiado totalmente su forma de ser a causa de la crisis de identidad que le causaba la figura de Gualta, se plantea que si se llegara a encontrar nuevamente con él podrían suceder dos cosas:
Puede ocurrir que me encuentre a un hombre opuesto al que conocí e idéntico a mi yo de ahora (desastrado, desmoralizado, negligente, mal educado, blasfemo y pervertido). [  ] Respeto a la otra posibilidad, es aún peor: puede que me encuentre, intacto, al mismo Gualta que conocí: inmutable, cortés, jactancioso, atildado, triunfal. (Marías, 53)
Es entonces cuando finalmente se pregunta por qué fue él quien tuvo que claudicar y cambiar su biografía. Es decir, se pregunta por qué tuvo que dejar de ser el que era para ser otro.
     Por otra parte, con Tom Booth, el protagonista de La canción de Lord Rendall, sucede algo diferente. Durante la contemplación de su doble, él se plantea tres posibles explicaciones para la presencia de lo sobrenatural. En primer lugar, se dice que su mujer ha encontrado a un hombre igual que él para suplantarlo durante su ausencia. Luego piensa que se ha producido una incomprensible alteración o cancelación del tiempo. Y finalmente supone que la emoción de su llegada lo está haciendo ver una escena de su pasado. Sin embargo, Tom Booth siempre parece ser consciente de que todo eso no es una alucinación sino algo que efectivamente está viendo, algo que está sucediendo frente a sus ojos en su aquí y ahora. Sólo al final, después de contemplar los crímenes de su doble sin atinar a hacer nada, recuerda un verso de la canción de Lord Rendall y se pregunta “cuál de los dos tendría que ir a la horca” (Marías, 62), ¿él o su doble? ¿Quién es el verdadero responsable de los crímenes? ¿Su doble por haberlos cometido o él por no haberlos evitado? O tal vez, lo sea él por ser su doble una parte de su propio yo, la parte malvada y oscura de su ser.
     En síntesis, en ambos cuentos Javier Marías habla acerca de un mismo tema pero desde perspectivas narrativas diferentes. En el primer cuento se percibe al doble como a otro con el mismo ser de uno, mientras que en el segundo se lo percibe como a uno mismo con otro ser. En un cuento, el protagonista actúa con el fin de transformar su situación, mientras que en el otro no atina a hacer nada, sólo es un espectador de lo que sucede. Sin embargo, tanto en Gualta como en La canción de Lord Rendall se concluye con sendos interrogantes. En el primer cuento, el protagonista se pregunta por qué tuvo que ser él quien cambiara su biografía, mientras que en el segundo plantea el problema de la responsabilidad preguntándose quién merece el castigo por los crímenes de su doble. Por lo cual, al final de la lectura de ambos relatos, al lector también le quedan algunos interrogantes: ¿Qué conviene hacer ante las situaciones problemáticas de la vida? ¿Actuar o dejar que pasen? ¿Cuáles son las consecuencias de nuestras acciones o inacciones? Y finalmente, el lector también se puede preguntar quién soy yo, aquel que se construye a partir de sí mismo o aquel que lo hace a partir del contexto que lo rodea, ¿yo soy yo o soy aquel que determinan las circunstancias? ¿Soy mi yo consciente o soy el yo que se esconde en lo profundo del inconsciente?     









Bibliografía
CORTÁZAR, JULIO. El sentimiento de lo fantástico.
FREUD, SIGMUND. Lo siniestro.
MARIAS, JAVIER. Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables. Alfaguara. Buenos Aires,  2012.


TODOROV, TZVETAN. Introducción a la literatura fantástica. Premia Editora de Libros. México, 1981.

sábado, 20 de junio de 2015

Hatoum y Cristal: dos narraciones acerca de los procesos emigratorios hacia el continente sudamericano.

Cuando no se puede vivir en un sitio,
el deber supremo es irse a vivir a otra parte.
Rafael Barrett

          En la introducción de su libro Orientalismo, Edward S. Said establece, a pesar del reconocido enfrentamiento existente entre ambos grupos, una suerte de equiparación entre lo que él denomina como orientalismo y el antisemitismo. En este texto, Said señala que al escribir su libro ha acabado escribiendo “una historia vinculada de manera secreta y misteriosa al antisemitismo occidental” (Said, 2002: 53). Asimismo reconoce que ese antisemitismo y el orientalismo que él analiza en su rama islámica se parecen mucho (Said, 2002: 53). Recordemos que Said define de varias maneras lo que es el orientalismo. Sin embargo, para sintetizar la idea, se puede definir este concepto como la representación prejuiciosa que el Occidente tiene con respecto al Oriente, aunque hay que reconocer también la existencia de un Oriente que, de manera complementaria, se deja construir pasivamente por el Occidente. Desde este punto de vista, el orientalismo propone una visión etnocéntrica acerca de los pueblos que habitan en la región del Medio Oriente. En ese sentido, es válido recordar también que “el etnocentrismo consiste en el hecho de elevar, indebidamente, a la categoría de universales los valores de la sociedad a la que yo pertenezco” (Todorov, 1991: 21). En este caso, por lo tanto, puede decirse que, desde una postura etnocéntrica, el hombre europeo juzga al oriental desde su propio sistema de valores y no desde el ajeno, es decir, pretende universalizar su visión de la realidad considerando a sus valores como superiores a los de los otros. Así es como, en un momento dado, comienza a considerarlos inferiores y puede hasta llegar a demonizarlos cuando los otros se oponen a la imposición de unos valores que le resultan del todo extraños a su entorno cultural. Algo similar ocurre con el concepto de antisemitismo. En este caso, quien es juzgado y estigmatizado es el semita, el judío. Sin embargo, aquí no solamente existe una inferiorización del otro, del distinto, sino que también está presente el odio y el desprecio, ya que el judío muchas veces es visto como el responsable de todos los males que asolan a la sociedad.
          De esta manera, entonces, como se decía anteriormente, es posible para Said equiparar en cierto modo el orientalismo con el antisemitismo, pues en ambos casos existe una visión distorsionada del otro. No obstante, en otro de sus textos, en Reflexiones sobre el exilio, no puede dejar de preguntarse qué puede ser más intransigente que el conflicto entre judíos sionistas y palestinos árabes. Es entonces cuando señala el paradójico hecho de que
los palestinos sienten que han sido convertidos en exiliados por el proverbial pueblo del exilio, los judíos. […] Quizás sea este el destino más extraordinario del exiliado: haber sido exiliado por exiliados; revivir el verdadero proceso de desarraigo de mano de exiliados (Said, 2005: 185)
Aquí surge pues el concepto del exilio, al cual Said define como “la grieta imposible de cicatrizar impuesta entre un ser humano y su lugar natal, entre el yo y su verdadero hogar” (Said, 2005: 179).
          Sin embargo, el autor de origen palestino no se queda sólo con esta idea del exiliado sino que también trata de diferenciarla de otros posibles conceptos que también puedan aludir a aquellos hombres que se alejan de su patria, intenta establecer algunas distinciones entre exiliados, refugiados, expatriados y emigrados. Con respecto a los primeros, recuerda que “el exilio nació de la antigua práctica del destierro. Una vez desterrado, el exiliado vive una existencia anómala y miserable con el estigma de ser un extranjero” (Said, 2005: 188). Así distingue, por ejemplo, a los exiliados de los expatriados o los emigrados. En relación a los expatriados, Said reconoce que “viven voluntariamente en un país extraño, normalmente por razones personales o sociales […] pueden compartir la soledad y el extrañamiento del exilio, pero no sufren sus rígidas proscripciones” (Said, 2005: 188). De la misma manera, señala que “un emigrado es cualquiera que emigra a un nuevo país. En esta cuestión la elección es ciertamente una posibilidad” (Said, 2005:188). Así pues lo que diferencia a un exiliado de un expatriado o un emigrado es el hecho de que, mientras el primero ha sido obligado a abandonar forzosamente su espacio natal, en los segundos existe la posibilidad de la elección o la libre voluntad, es decir, el viaje hacia el exterior no ha sido impuesto sino que, tal vez, ha sido elegido. No obstante, no hay que dejar de señalar que los límites entre estas condiciones no siempre son del todo rígidos, pues uno no puede dejar de preguntarse qué diferencia existe entre un emigrado y un exiliado. ¿Es el emigrado un hombre que viaja por su propia voluntad mientras que el exiliado lo hace por una imposición? ¿Acaso el emigrado no se aleja de su tierra por circunstancias políticas, étnicas, religiosas o económicas? ¿Existe en el exiliado un deseo de regresar a su patria alguna vez mientras que el emigrado se aleja definitivamente buscando nuevos horizontes, ansiando construir una vida más prometedora en otra región, en otro país? ¿No es acaso el emigrado un extranjero que intenta hacerse lugareño? ¿No es acaso un hombre que vive entre el allá del pasado y el acá del presente?

          Pues bien, estos interrogantes y estas vivencias pueden notarse tanto en Relato de un cierto Oriente del brasileño Milton Hatoum como en Mil surcos del cordobés Martín Cristal. En ambos relatos se narran los procesos emigratorios de diferentes sujetos que pretenden instalarse en un mundo que les es del todo extraño. En ambos relatos se cuenta la historia de hombres y mujeres que viajan de un punto a otro del planeta con el fin de iniciar una nueva vida, una vida mejor que la que vivían en su tierra natal. En el caso de la novela de Hatoum se cuenta la historia de una familia de origen libanés que intenta establecerse en Manaos, una ciudad brasileña ubicada en el centro de la Amazonía. Mientras que en la novela de Cristal se narra, entre otras, la de unos judíos de origen ruso que tratan de hacerlo en Córdoba, en el centro de Argentina. Se puede notar entonces como en estos dos relatos se cuenta la historia de dos pueblos de distintas procedencias que emigran hacia diferentes regiones del continente sudamericano. Ésta, entonces, es la primera semejanza existente entre ambas novelas.
          Ante el acontecimiento de la emigración, tal como se mencionaba anteriormente, uno no puede dejar de preguntarse acerca del motivo por el cual un emigrado decide abandonar su patria. En el caso de Relato de un cierto Oriente se pueden revisar tanto la historia de Emilie, la matriarca de la familia, como la de su marido. Con respecto a la primera, se cuenta que la decisión de emigrar desde Líbano hacia la Amazonía había sido una decisión tomada por sus padres. Cuenta Hakim, el hijo de Emilie, que su madre y los hermanos de ella, Emilio y Emir, se habían quedado en Trípoli bajo la tutela de unos parientes, mientras Fadel y Samira, sus abuelos, se aventuraban en busca de una nueva tierra que sería la Amazonía (RCO, 44)[1]. Cuando Hakim narra la historia de Emilie no termina de aclarar los posibles motivos por los cuales sus padres habrían decidido abandonar su tierra, emigrar desde su lugar natal. Sin embargo, al consultar Dos hermanos, la segunda novela de Hatoum, se puede tener una noción acerca de cuáles podrían haber sido esos posibles motivos que los llevaron a emigrar. En esta otra novela, se cuenta que Galib, el padre de Zana, la madre de los dos hermanos a los cuales alude el título del libro, cuando vivía en Líbano solía visitar a amigos y conocidos, cristianos amenazados e, incluso, perseguidos por los otomanos (DH, 66). De esta manera, se sugiere que las persecuciones religiosas podrían haber sido una de las posibles causas por las cuales algunos libaneses tendrían que haber abandonado su tierra (en este sentido, no hay que olvidar que tanto el mencionado Galib como la familia de Emilie eran cristianos maronitas). Pues bien, como se puede observar entonces, los límites entre lo que sería un exilio y lo que sería una emigración se tornan difusos. Uno no puede dejar de preguntarse si el viaje iniciado por estos personajes desde el Líbano hacia la Amazonía fue un viaje elegido o, más bien, uno impuesto por las circunstancias religiosas.

          Con respecto al marido de Emilie, éste menciona que el primero de su familia en llegar a la Amazonía, “aquel lugar nebuloso y desconocido para casi todos los brasileños” (RCO, 97), fue un tío suyo llamado Hanna. Menciona que “combatió por el Blasón de la República Brasileña; obtuvo el grado de coronel de las Fuerzas Armadas, aunque en el Monte Líbano se dedicase a la crianza de carneros y al comercio de frutas” (RCO, 97). Sin embargo, también aclara que nunca supieron el porqué de su venida a Brasil. El marido de Emilie siguió el camino de su tío Hanna tal vez por una vocación de aventura y con el tiempo comprendió que “la visión de un paisaje singular puede alterar el destino de un hombre y tornarlo menos extraño en la tierra que pisa por primera vez” (RCO, 99). En este punto se presenta la idea del extranjero que se siente extraño en el nuevo territorio al que llega, pero que al mismo tiempo comienza a identificarse como un extranjero que se siente “menos” extraño a causa de la contemplación de un paisaje particular, un extranjero que, en cierto modo encuentra su lugar en el mundo en un espacio que no es el natal[2]. Tal vez esta sea la experiencia que define el modo de ser de un emigrante, el hecho de ser un extranjero que de una manera u otra se va convirtiendo en lugareño.
          Tal vez aquí entonces, radique también la idea de la conformación de una cultura heterogénea antes que una transculturada. Desde este punto de vista, Raúl Bueno, en un artículo titulado “Sobre la heterogeneidad literaria y cultural de América Latina”, sostiene que “la categoría heterogeneidad[3] propuesta por Antonio Cornejo Polar […] es uno de los más poderosos recursos conceptuales con que América Latina se interpreta a sí misma” (Bueno, 1996: 21). Por lo tanto, en el marco de las diferencias existentes entre otras categorías posibles que pueden describir el fenómeno latinoamericano, tales como transculturación, mestizaje, diversidad, alternatividad e hibridez, y la de heterogeneidad, Bueno opta por esta última. Ahora bien, ¿cuáles son las posibles ventajas que le reconoce a la categoría conceptual propuesta por Cornejo Polar? Al comparar, por ejemplo, la categoría de mestizaje con la de heterogeneidad, manifiesta que la primera “tiende a la creación de un  nuevo espécimen dentro de la línea aglutinante, disolvente de las diferencias” (Bueno, 1996: 28). Señala que “su característica es la solubilidad de los ingredientes, […] su capacidad de establecer un continuum[4] existencial, sin fisuras aparentes, adscribible […] a la noción de homogeneidad” (Bueno, 1996: 28). En tanto que la segunda de esas categorías, la de heterogeneidad, “tiende a la individuación de los especímenes en contacto” (Bueno: 1996: 28) e indica que “su característica es la insolubilidad de los elementos en juego, […] su capacidad de afirmar la discontinuidad cultural, […], de marcar las fisuras que establece la pluricultura” (Bueno, 1996: 28). Por eso también opone la idea de unidad que “referiría a una homogeneidad placentera y falaz” (Bueno, 1996: 26) a la de una totalidad conflictiva y contradictoria que no es ni más ni menos que una heterogeneidad que transmina todas las áreas y niveles de América Latina (Bueno, 1996: 26). Finalmente, Bueno también señala que la heterogeneidad comienza cuando dos o más realidades culturales establecen contacto y empiezan a interactuar (Bueno, 1996: 27).
     Desde este punto de vista, entonces, en el caso de la historia narrada en la novela de Milton Hatoum, la heterogeneidad se produce a partir del contacto de una cultura oriental libanesa que pretende insertarse en una región amazónica atravesada tanto por un elemento amerindio nativo como por uno europeo que intenta ser hegemónico. En este contexto, la investigadora chilena Ana Pizarro define a la Amazonía como
una región cuyo rasgo más general es el de haber sido constituida por un pensamiento externo a ella. Ella ha sido pensada […] a través de las imágenes transmitidas por el ideario occidental, europeo, sobre lo que él ha considerado su naturaleza, […] sobre el papel que la Amazonía ha ocupado en su experiencia (Pizarro, 2009: 26)
Pues bien, en este ya heterogéneo espacio latinoamericano construido desde un imaginario europeo, Hatoum introduce de manera ficcional otro elemento externo que comienza a interactuar con los ya establecidos. En este espacio socio-cultural, por lo tanto, los objetivos de un análisis anclado en la visión heterogénea de la realidad latinoamericana serían, por un lado, cancelar esa mirada etnocéntrica que pretende definir lo específicamente americano o lo oriental desde una perspectiva europea y, por el otro, tratar de identificar cuáles son los distintos elementos culturales que se entrecruzan en la multiplicidad de este mundo posible. En coincidencia con esta última perspectiva, el profesor francés Felix Delatour, uno de los personajes del cuento “La naturaleza se ríe de la cultura” del mismo Hatoum, al repasar su propia historia, piensa que con el paso del tiempo uno
se da cuenta, aprensivo, que el estigma de ser extranjero ya es menos visible: algo en su comportamiento o en su voz se turbó, perdió un poco de relieve original. En ese momento, los orígenes del extranjero sufren una sacudida. El viaje permite la convivencia con el otro, y ahí reside la confusión, la fusión de orígenes, la pérdida de algo, el surgimiento de otra mirada (LCA, 2013: 89)
De este modo, si retomamos el concepto propuesto por Said acerca del emigrante, se puede observar, tal como se dijo anteriormente, que éste no es ni más ni menos que un extranjero que intenta convertirse en lugareño sin conseguir serlo del todo. Es así entonces que tanto el francés Delatour como los libaneses que protagonizan las novelas de Hatoum pierden algo referido a su lugar de origen, pero al mismo tiempo adquieren una nueva mirada que les permite en cierta manera ser como los otros, como quienes ya habitaban en el nuevo lugar.

       Algo similar a lo narrado en Relato de un cierto Oriente acontece en Mil surcos, la novela del cordobés Martín Cristal. En principio, vale la pena aclarar que el título de la misma parece funcionar como una metáfora acerca de esas profundas y numerosas líneas de vida que confluyen en la existencia de otra vida. Así es como, por ejemplo, la existencia de Perla Fisherman, uno de los personajes principales de esta historia, tiene su origen en la confluencia de los caminos recorridos por sus antepasados, es decir, surge como consecuencia de la diáspora sufrida por quienes vivieron antes que ella. Pues bien, el contacto cultural se inicia en esta historia entonces a partir de la emigración que Idl Lazarus, un joven judío ruso, emprende desde su Rusia natal hacia Sudamérica, más precisamente hacia Córdoba (aunque cabe aclarar que según lo contado éste no era su destino deseado). En Mil surcos se cuenta que Rifke, la hermana mayor de Idl, había emigrado hacia Nueva York, “harta del hambre, la guerra y la amenaza permanente del progrom” (MS, 2014: 64). Por los mismos motivos, en 1925, Idl había decidido seguir el camino de su hermana, había decidido abandonar su lugar de nacimiento para buscar un nuevo horizonte, un nuevo futuro. Aquí se presenta entonces nuevamente la idea que Said tiene con respecto a la emigración como una cuestión de elección personal. Sin embargo, no se puede dejar de notar que, tanto en este caso como en el de los personajes de las novelas de Hatoum, la emigración está ciertamente determinada por los males que unos hombres les causan a los otros en sus territorios natales. La emigración, entonces, no siempre supone una decisión gratuita de abandonar la tierra de origen para marcharse a otro lugar sino que más bien se encuentra originada por la necesidad de dejar atrás los males sufridos y buscar una nueva vida. La emigración es un viaje que transcurre entre la nostalgia del abandono y la esperanza de una vida mejor. Tal como se mencionó anteriormente, supone el hecho de dejar de ser paulatinamente un extranjero para transformarse en un lugareño, o más bien quizás, el hecho de ser simultáneamente lo uno y lo otro.

     Sin embargo, la heterogeneidad en la novela de Cristal no está ilustrada únicamente por la mayor o menor inserción de la comunidad judía en el territorio cordobés sino también por la de una familia de ascendencia peruano-japonesa. En Mil surcos, además de la historia de los antepasados de Perla Fisherman, también se narra la de Sachi, la fallecida mujer de Don Alberto Ishikawa, el silencioso vecino al cual Perla ayuda después de haberse fracturado la pierna al caerse de una escalera[5]. Sachi, al igual que los parientes de Perla, es una emigrante que ha dejado su lugar de origen para instalarse en un nuevo territorio. En su caso, este nuevo territorio es el peruano. Sin embargo, a diferencia de los otros personajes mencionados anteriormente, Sachi sí sufre un destierro, un exilio impuesto por fuerzas externas a ella, sí sufre la experiencia de “esa grieta imposible de cicatrizar entre un ser humano y su lugar natal, entre el yo y su verdadero hogar” (Said, 2005: 179). En Perú, Sachi, junto a su familia, son emigrantes que se han hecho lugareños, pero, a causa del enfrentamiento entre norteamericanos y japoneses en la Segunda Guerra Mundial más el matrimonio forzoso que se ha visto obligada a aceptar, ella se transforma en prisionera de guerra, es obligada a abordar un barco y dejar el nuevo hogar elegido por su familia para viajar hacia un campo de internados en EEUU. Finalmente, cuando termina la guerra, puede regresar a su hogar pero ya no es la misma que antes, pues el exiliado o la exiliada que vuelve a su patria no es nunca la misma persona que se fue ni el lugar al que retorna es el mismo que era cuando él o ella se fueron de allí.
     En conclusión, se puede decir que tanto en Relato de un cierto Oriente de Milton Hatoum como en Mil surcos de Martín Cristal se describen mundos posibles en los cuales, a causa del fenómeno de la emigración, se han conformado sendas sociedades heterogéneas. En el caso de la novela de Hatoum, como se dijo anteriormente, se narra la historia de una familia libanesa que se instala en el territorio amazónico, mientras que en la novela de Cristal se comienza contando la de un joven ruso que llega casualmente a la ciudad de Córdoba. De esta manera, tal como lo supone Cornejo Polar, en los dos casos se produce la conformación de una totalidad heterogénea en la cual las culturas que entran en contacto conviven entre el conflicto real de haber abandonado su tierra de origen y una deseada aunque no necesariamente cumplida armonía de ser con los otros que ya viven en el nuevo territorio.

Bibliografía
Obras literarias
CRISTAL, Martín (2014). Mil surcos. Caballo Negro, Córdoba.
CRISTAL, Martín (2012). Las ostras. Caballo Negro, Córdoba.
HATOUM, Milton (2006). Relato de un cierto Oriente. Beatriz Viterbo, Rosario.
HATOUM, Milton (2007). Dos hermanos. Beatriz Viterbo, Rosario.
HATOUM, Milton (2013). La ciudad aislada. Beatriz Viterbo, Rosario.
HEMON, Aleksandar (2009). El proyecto Lázaro. Duomo Nefebilata, Barcelona.
Marco teórico
BUENO, Raúl (1996). “Sobre la heterogeneidad literaria y cultural de América Latina” en Asedios a la heterogeneidad cultural. Philadelphia, pp. 21-36.
PIZARRO, Ana (2009). Amazonía. El río tiene voces. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile.
SAID, Edward W.  (2002). Orientalismo. Random House Mondadori, Barcelona.
SAID, Edward W. (2005). Reflexiones sobre el exilio. Random House Mondadori, Barcelona.
TODOROV, Tzvetan (1991). Nosotros y los otros. Siglo XXI, México. 
          
    




[1] Las citas provenientes de las obras literarias analizadas en este trabajo serán referenciadas con sus iniciales y el número de página correspondiente.
[2] En este sentido, en su novela El proyecto Lázaro, Aleksandar Hemon señala que el hogar es el lugar en el cual  ausencia de uno no pasa desapercibida. Es decir, uno puede encontrar un lugar en el mundo si consigue integrarse al entramado de ese lugar, para que de esta manera su presencia cobre peso.
[3] Las cursivas son propias del texto original
[4] Las cursivas pertenecen al texto original
[5] Este episodio se narra detalladamente en Las ostras, la novela anterior de Martín Cristal. Tanto esta novela como Mil surcos pertenecen a un mismo proyecto narrativo del escritor, una tetralogía en proceso. 

sábado, 13 de junio de 2015

El mejor jugador del mundo no fue Maradona

     Había una vez un jugador mágico, un jugador realmente distinto. Cuentan en Rosario que era mejor que Maradona, Messi, Pelé, Di Stéfano, Cruyff o cualquier otro que alguna vez haya sido elevado a la categoría de mejor jugador del mundo. Su nombre era Tomás Felipe Carlovich, pero le decían el Trinche, el Trinche Carlovich. Casi no existen grabaciones fílmicas acerca de sus partidos y sus memorables jugadas. Las fotografías son escasas. Los artículos periodísticos en suplementos deportivos, también. Para conocer su historia sólo se puede recurrir a los testimonios orales de quienes compartieron una cancha con él o de quienes lo vieron desde la tribuna de un estadio. Entre los que lo admiraron se encuentran los ex directores técnicos de la Selección Nacional Argentina César Luis Menotti, José Néstor Pekerman y el “Loco” Bielsa. Este último recuerda que, durante cuatro años seguidos, lo fue a ver todos los sábados a la cancha en la que jugara.

     El Trinche brilló desde finales de la década del ‘60 hasta mediados del ’80. Sólo jugó dos partidos en Primera. El resto de su carrera se desarrolló en la subestimada categoría de la B metropolitana. Nunca jugó en uno de los equipos grandes del país. Apenas si estuvo algún tiempo en Rosario Central hasta que el técnico Miguel Ignomiriello lo desafectó del plantel por vago, indisciplinado e incumplidor. Cuentan que, a pesar de su talento incomparable, no era muy amigo del entrenamiento, los horarios y la disciplina. Nunca lo vieron levantado antes de las 10 de la mañana. Tal vez por eso su carrera no trascendió más allá de la segunda categoría del fútbol argentino y de las fronteras rosarinas. El Trinche jugó durante la mayor parte de su carrera en Central Córdoba de Rosario, el tercer club de la ciudad. Cuentan que en muchas ocasiones prefería irse a pescar al río antes que ir a entrenar al club. Cuentan que le gustaba mucho el vino, las mujeres y la noche. El Trinche era un lírico total, un bohemio, un loco. No estaba hecho para el rigor disciplinario de los técnicos de la época. Prefería jugar por el placer de jugar antes que por la guita, el éxito o la fama. En Central Córdoba le bancaban esos desplantes. Desde el primer instante, los hinchas del club lo adoraron, lo idolatraron. Fue un amor a primera vista. El tercer club rosarino fue la casa del Triche, el escenario de sus grandes hazañas. En la cancha brillaba como ningún otro. Dicen que, cuando le hacía un caño a un rival, lo esperaba para volver a repetir el lujo. El caño era de ida y vuelta. Dicen que en el verde césped parecía tener todo el tiempo del mundo. Era un jugador lento pero con mucha clase, algunos lo comparan con Fernando Redondo o con Juan Román Riquelme, aunque más hábil aún, si eso puede ser posible. Era imposible sacarle la pelota. Dicen que pasaban años enteros sin que nadie se la pudiera quitar. Incluso cuentan que aún posee el récord mundial de posesión del balón por parte de un jugador durante un mismo partido. Cuentan que en un partido lo mantuvo en su poder durante diez minutos sin que ninguno de sus ocasionales rivales tuviera siquiera la mínima oportunidad de tocarlo hasta que un ofuscado número 3 lo cortó con un foul. El Trinche fue un jugador legendario, un mito. Nunca hubo ni habrá nadie como él.
     Como toda leyenda, el Trinche Carlovich tuvo su momento épico, ese momento en el cual el héroe se eleva a su máximo esplendor, se confirma en su gloria. Cuentan que en el proceso preparatorio previo al Mundial de Alemania ’74 se organizó un partido entre la Selección Argentina y un combinado rosarino. Este último estaba integrado por cinco jugadores de Newell’s Old Boys, cinco de Rosario Central y el onceavo que era el Trinche. Cuentan que esa fue una noche memorable. El equipo de la ciudad santafesina le pegó un baile terrible al que iba a participar en el máximo torneo ecuménico. Esa noche al Trinche le salieron todas. Convirtió el primer gol con un cabezazo furibundo. En el segundo, metió un pase punzante y milimétrico. Vladislao Cap, el técnico de Argentina, preguntó quién era ese tipo que se había transformado en el inesperado protagonista del partido. En Buenos Aires, el nombre, la fama y la calidad futbolística del Trinche eran totalmente desconocidas. En aquella época, la prepotencia de la capital hacía pensar que más allá de la avenida General Paz no existían jugadores dignos de consideración. El Trinche se encargó de demostrarles lo contrario. Esa noche fue su gran noche. El partido terminó 3 a 0 a favor de los rosarinos sólo porque estos últimos levantaron el pie del acelerador. Podría haber sido una goleada vergonzosa, inolvidable. Incluso dicen que Cap le pidió al técnico rosarino que lo sacara al Trinche de la cancha. Así fue como luego de ese primer tiempo se tuvo que quedar en el vestuario, reemplazado por ser excesivamente bueno. Cap no quería que sus jugadores se vieran humillados antes de participar en el Mundial.


     Carlovich sigue viviendo en Rosario. Desde hace mucho tiempo no ha vuelto a tocar una pelota de fútbol. Una lesión mal curada en la cadera se lo impide. De vez en cuando se llega, caminando rengueante, al estadio de Central Córdoba, el lugar en el cual vivió sus tardes más gloriosas. No entra a la cancha, sólo mira desde la tribuna a través del alambrado con ojos nostalgiosos. “¡Lo que daría por volver a tener veinte años!”, piensa. También suele juntarse a comer un asadito con sus viejos compañeros de equipo. Ellos lo adoran. No se cansan de contar anécdotas acerca de su habilidad y sus hazañas. El Trinche los escucha calladamente con cierto pudor y sonríe. No habla mucho. Parece preferir el silencio. Es un tipo simple, un tipo de barrio. No parecen seducirlo los grandes halagos, aunque tampoco le disgustan del todo. Para él solamente parece existir una pelota de fútbol deslizándose a través del césped. La velada transcurre ente risas y recuerdos. Es un momento ameno. El Trinche disfruta de la comida, la bebida y la compañía de sus amigos. La noche se acaba. El Trinche se va caminando lentamente abrazado y charlando con un amigo. No le hace falta nada más, es el mejor jugador del mundo.    

domingo, 7 de junio de 2015

Entre el escepticismo y la sugestión

¿Qué es un fantasma?
Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez.
Algo muerto que parece por momentos vivo aún.
Un sentimiento suspendido en el tiempo como un insecto atrapado en ámbar.
El espinazo del diablo.

     Se dice que el Hotel Edén en La Falda está habitado por fantasmas. Muchas historias sobrenaturales se cuentan acerca del lugar. Las leyendas urbanas forman parte de su mitología. Se cuenta, por ejemplo, que en los primeros años del hotel una niña llamada Ana murió en una de las habitaciones del hotel a causa de la tuberculosis. Desde ese entonces, por lo tanto, la niña vaga por sus pasillos esperando que sus padres la vengan a buscar. Se dice que sus apariciones espectrales no se producen tanto durante las visitas nocturnas sino más bien en las diurnas. Se dice que prefiere manifestarse frente a los niños antes que frente a los adultos. De estos últimos prefiere ocultarse. Ariel, uno de los guías del hotel, cuenta que una vez, durante una visita diurna, una niña se resistía a continuar con el recorrido del lugar. Decía que quería quedarse con una nena que la había invitado a jugar. La niña, entonces, tuvo que ser llevada a la fuerza por sus padres detrás del guía. Luego de hacer el recorrido pautado, Ariel sintió curiosidad con respecto al lugar exacto en el cual la niña que visitaba el hotel había visto a la otra nena. Así que, después de haber finalizado la visita general con el resto del grupo, la invitó junto a sus padres a que le señalara ese lugar en el cual había tenido la visión y le contara lo que había visto. La niña señaló una de las habitaciones en uno de los pasillos de la planta alta del hotel, describió la vestimenta de la otra nena y contó que junto a ella tenía un balde que le servía para escupir sangre dentro del mismo. Los detalles eran demasiado exactos como para ser un mero producto de la imaginación. Con el tiempo, Ariel investigó la historia y averiguó que efectivamente en los primeros años del hotel una niña llamada Ana había muerto de tuberculosis en el lugar señalado. Éste es el primero de los hechos escalofriantes que conforman la particular historia del hotel.

     Otra de las historias sobrenaturales está referida a la temprana muerte de un bebé durante un crudo invierno. Se cuenta que en una de las casas aledañas al hotel vivía una mujer de vida disoluta junto con su pequeño hijo. Una gélida noche de invierno en la que incluso nevaba, ella se encontraba con uno de sus casuales amantes mientras el niño lloraba fuerte y continuamente sin que nadie le diera importancia. En un momento dado de la madrugada, el niño dejó de llorar. Cuando la desaprensiva madre lo fue a ver, se encontró con el cadáver de su hijo. El pequeño había muerto durante la noche a causa de la hipotermia. Al darse cuenta de su terrible omisión la mujer desapareció. Unos meses después una pareja se instaló en la casa. El hombre pasaba poco tiempo en el lugar debido a que su trabajo lo requería continuamente, pero la mujer permanecía todo el tiempo en la casa. Se cuenta que una fría noche de invierno, similar a aquella en la que había muerto el niño, la nueva habitante comenzó a oír un sollozo prolongado y muy sentido, muy dolido. Intentó buscar de dónde provenía el misterioso e inquietante sonido, pero no pudo encontrar su fuente. Esto se repitió durante muchas noches de ese invierno. Los vecinos del lugar se quejaban del continuo llanto del pequeño aunque la mujer intentara explicarles que con ella no vivía ningún niño, que no tenía hijos. El misterio crecía. Todas las noches de extremo frío se podía sentir el sollozo y las quejas de un bebé, pero la mujer seguía sin saber cuál era el origen de tales sonidos. Hasta que un día, una de las vecinas del lugar le contó el escalofriante hecho que había sucedido en esa casa. La mujer, entonces, intentó conjurar por todos los medios posibles la manifestación de ese supuesto fenómeno sobrenatural. Intentó escapar del mal. Consultó a sacerdotes, psicólogos, espiritistas y demás estudiosos de lo paranormal. No pudo obtener ninguna solución. Los llantos seguían oyéndose en las noches más frías del invierno. El miedo era el dueño del lugar. También se cuenta que una de las noches de ese invierno la mujer se asomó a una de las ventanas de la casa y vio en el jardín seco y arrasado por la época del año a una extraña mujer rezando un rosario. Supuso que sería la madre del pequeño muerto. Intentó llamarla pero la misteriosa mujer se levantó silenciosamente, pegó la vuelta y despareció. Un tiempo después la nueva habitante de la casa se marchó y abandonó el lugar para siempre. Se cuenta que nadie más quiso vivir nuevamente en esa casa. Se cuenta que aún hoy los llantos del bebé se siguen oyendo en las noches más crueles del invierno. El invierno no es una época nada recomendable para estar en ese lugar.
     En el año 2007, a causa de estos inquietantes fenómenos paranormales, se comenzaron a efectuar las visitas nocturnas al legendario hotel. Uno de los objetivos de esta visita, por lo tanto, es hacerle experimentar a los incautos turistas la presencia de lo sobrenatural, es hacerle sentir un extraño contacto con algo que está más allá de lo que comúnmente viven. Una de las inclinaciones más extrañas de los seres humanos es pretender experimentar la sensación del miedo, del terror, del temor más absoluto. Quizás no sea una sensación agradable, pero sí es una sensación deseada. Sin dudas, todo aquel que está dispuesto a sentir el miedo, lo siente. En cierta manera, el miedo es una disposición del espíritu. Supongo que los organizadores de la visita nocturna al Hotel Edén están al tanto de esta extraña costumbre de los seres humanos y hacen todo lo posible para cumplir sus deseos. Nadie se marcha de esa visita sin haber experimentado al menos un susto. En este caso, el miedo tal vez sea más una cuestión de sugestión que de existencia verdadera de algún fenómeno paranormal pero no por eso deja de ser menos efectivo. Aunque es válido aclarar que este sentimiento cobra más fuerza en los espíritus crédulos que en los escépticos. Quizás el escepticismo sea una barrera contra el miedo hacia lo sobrenatural.

     La visita comienza con una breve charla introductoria por parte de uno de los guías en una de las salas del hotel. Durante esta charla, la sala permanece a oscuras, entre penumbras. La cara del guía apenas sí se ve entre las sombras, sólo permanece encendida la linterna que lleva en su mano derecha. Juan Pablo, así se llama el guía, nos cuenta que en la visita nocturna no se hace énfasis en la historia del hotel sino en la de los fenómenos paranormales que posiblemente han ocurrido en él. Sin embargo, no puede dejar de hacernos algunos comentarios con respecto a la fundación del hotel y a sus años de esplendor. Luego de esta introducción se proyecta un video en el cual se muestran los diversos hechos sobrenaturales que pueden haber acontecido en el lugar. En uno de los fragmentos del video se muestran fotos sacadas por los visitantes durante las visitas diurnas. En esas fotos se pueden notar las presencias de figuras borrosas que acompañan a quienes hacen el recorrido del hotel. Supuestamente son los fantasmas de los que tanto se habla. Cuando uno las ve, desde su escepticismo, se pregunta si serán reales o trucadas. Los seres humanos en todas las ocasiones de su vida eligen creer incondicionalmente o dudar. En el caso de lo sobrenatural, yo soy de los que eligen dudar. En el video también se cuenta que la sala de mantenimiento del hotel es el lugar más afectado por la presencia de lo paranormal. Se explica este hecho diciendo que en cada una de las siete caras de cada una de las torres del hotel se encuentra tallada la cara de Heimdal, el dios nórdico que todo lo veía y lo vigilaba. Sin embargo, justo la cara de la torre que mira hacia esta sala ha sido destruida. Heimdal ha dejado de vigilar la sala de mantenimiento del Hotel Edén. Los espíritus de los muertos pueden caminar tranquilamente entre sus paredes.
     Justamente hacia la sala de mantenimiento del hotel es el primer lugar al cual el contingente de visitantes se dirige. Salimos por una de las puertas traseras del hotel. La noche es fresca, el viento corre, hay una leve amenaza de llovizna. El clima de temor ya ha sido creado. Caminamos hacia la sala de mantenimiento. En el trayecto desde el hotel hacia esta sala sorpresivamente aparece corriendo una mujer vestida de blanco. De una de las casillas, sale gritando otra figura vestida de negro. Los sustos comienzan. El miedo empieza a expandirse.  La muchedumbre se amontona. Nadie quiere estar solo, nadie quiere permanecer levemente alejado del grupo, nadie quiere ser ni el primero en entrar a cualquier lugar ni el último en salir de él. Llegamos a la sala. Entramos al taller. La oscuridad en el lugar es casi absoluta salvo por las linternas que llevan los guías. En algunos momentos, tienen el “mal gusto” de apagarlas. En esos momentos, uno no puede verse ni las manos. Una nena de aproximadamente unos 13 o 14 años está aterrorizada. En algunas ocasiones, aprieta fuertemente el brazo de mi novia. En otras, se esconde tras mi espalda. Juan Pablo, el guía, nos comenta que detrás de la sala se encuentra el cementerio del hotel. Allí, dice, fueron enterrados muchos de los enfermos de tuberculosis que murieron durante su hospedaje. En aquel tiempo, ni los carros ni los trenes se animaban trasportar sus cuerpos por miedo al contagio. Desde aquel entonces, sin haber retornado a sus lugares de origen, muchos de sus espíritus vagan por los parques del hotel. Luego entramos a la sala de máquinas. Ariel, el otro de los guías, se sube sobre otra de las máquinas y continúa su charla desde allí. Mientras habla, tiene su linterna apagada. Su voz se escucha en la oscuridad. Nos adelanta que, como una prueba al valor de los visitantes, uno deberá permanecer sólo durante cinco minutos en el lugar. Nadie parece estar dispuesto al sacrificio. Nos cuenta que una vez, una señora mayor, sin demostrar ni el más mínimo miedo, se ofreció como voluntaria. Cuando volvieron a buscarla, la señora sólo atinó a insultar al guía. Se encontraba en un estado lamentable, sus prendas íntimas parecían haber sido afectadas por el miedo. Ariel nos aclara que desde ese entonces decidieron no hacer más la prueba en la sala de mantenimientos. “Quizás la hagamos en otro lugar del hotel”, nos aclara.
     Después de recorrer la atemorizadora sala de mantenimiento, salimos a la intemperie, atravesamos el descampado y nos dirigimos hacia el ala izquierda del hotel. Entramos por la cual fuera la antigua conserjería, subimos unas anchas escaleras de madera y llegamos a un patio interno ubicado en la planta alta del edificio. Según lo que habíamos visto en el video anteriormente mencionado, en este lugar, uno de los ocasionales visitantes grabó con su cámara el momento en el que un espectro se asomaba fugazmente a través de una de las puertas de ingreso al patio durante la charla que daba una de las guías del hotel en una de las visitas diurnas. Al parecer el espectro se sintió atemorizado ante la presencia de tantas personas, retrocedió y desapareció entre las sombras de la habitación. Con respecto a esto, recuerdo que Tzvetan Todorov, en su conocido texto acerca de la naturaleza de lo fantástico, decía que en este género se duda entre dos posibles explicaciones del posible hecho sobrenatural. Por un lado, existe una explicación maravillosa según la cual lo sobrenatural realmente ocurre, es verdadero. Por el otro, se ofrece una explicación racional que pretende justificar lo sobrenatural a través de algún argumento lógico, tales como lo pueden ser el sueño, la imaginación o la locura de alguno de los personajes que viven ese hecho. En este caso, desde mi escepticismo, yo prefiero creer en la segunda de las explicaciones. Prefiero creer que el espectro no apareció realmente sino que la grabación fue trucada. Aunque tal vez esta negación sea un miedo inconsciente que tengo hacia lo sobrenatural, tal vez no sea ni más ni menos que un rústico y primitivo mecanismo de autodefensa.

     Luego, Ariel nos invita “gentilmente” a trasladarnos hacia la otra ala del hotel, la derecha. Para llegar a ese lugar, lamentablemente, tenemos que atravesar el pasillo en donde estaba la habitación de Anita, la niña que había muerto de tuberculosis hacia muchos años atrás. Ariel nos advierte que, si sentímos una mano fría que nos toma de la nuestra, no tengamos miedo, es sólo Anita que busca compañía. Él se excusa de seguir nuestro camino mencionándonos que hacía unos años atrás había tenido una experiencia bastante perturbadora en el otro lado del hotel y prefería no repetirla. Según él, en una visita que había guiado hacía un tiempo atrás, se había quedado retrasado en una de las habitaciones del ala derecha del hotel, no había acompañado al grupo y se había quedado solo. En ese momento, sintió una presencia detrás suyo y pensó que era una de sus compañeras de trabajo. Pero cuando se dio vuelta, tuvo la desagradable experiencia de contemplar una figura oscura que lo acompañaba. Lenta y temerosamente, aunque el miedo lo impelía a huir a toda velocidad, se retiró del lugar para no sobresaltar al fantasma. Dicen que los espectros oscuros manifiestan algún tipo de maldad en su ser, dicen que son los más peligrosos de encontrar; los otros, los blancos, apenas si son almas en pena, pero estos, según cuentan, andan en búsqueda de algún resarcimiento, de alguna especie de venganza. Es mejor, tal como lo hizo Ariel, huir de ellos. Según su versión, nunca más quiso regresar a ese lugar, al menos de noche, no. Desde mi escepticismo e incredulidad, vuelvo a pensar que este relato es más ficticio que real, vuelvo a pensar que es otra de las estrategias del guía para atemorizar al grupo
.
     Finalmente, llegamos al ala derecha del hotel. La guía que nos acompañaba en ese momento, luego de la “deserción” de Ariel nos dijo que este espacio era muy estrecho como para que lo atravesara todo el grupo junto, así que íbamos a tener que ir en pequeños grupos de cómo máximo siete personas. Preguntó quiénes eran los primeros voluntarios, nadie pareció ofrecerse salvo una niña de unos doce años. Como sucede habitualmente, alguien tenía que hacer la punta. Mientras esperamos nuestro turno, se sienten los gritos de terror de quienes atraviesan el lugar. Mi novia y yo nos hemos quedado un poco retrasados con respecto al resto de la muchedumbre. Somos de los últimos en caminar a través de esas solitarias habitaciones. En un inusitado acto de valentía, yo me ofrezco para ser el primero del grupo y afrontar lo desconocido. Dicen que los hombres más fuertes son los que cuidan. Espero ser un hombre fuerte, aunque no estoy muy seguro de serlo. Pues bien, las habitaciones se encadenan entre sí a través de estrechas puertas cubiertas por cortinas que deben ser atravesadas por los visitantes. En cierto modo, es un espacio laberíntico. La noción del espacio se pierde fácilmente. Uno se transforma en el momentáneo e involuntario guía del grupo. En cada una de las habitaciones, hay una figura extraña y perturbadora que nos espera. Es como circular a través de un tren fantasma. Los monstruos y los aparecidos se suceden uno tras otro. En un determinado momento, una de esas figuras se mueve. Ahora entiendo el motivo de los gritos de terror de los anteriores transeúntes de lo desconocido. Por suerte, alcanzo a percibir que es la muchacha que estaba disfrazada de blanco con el fin de asustar a los visitantes. Prevengo a mi novia y continuamos el recorrido. Llegamos al final. Allí nos espera la guía con un fotógrafa. Nos acomodamos y el flash de la cámara se dispara. El momento queda eternizado en la digitalidad del universo virtual. Salimos al patio. La visita ha finalizado. Sólo resta el evento comercial de comprar la foto y los ocasionales souvenirs. Ha sido una experiencia interesante aunque no aterradora. Evidentemente, se respira una atmósfera extraña en el hotel, pero los fantasmas no se han hecho presentes. Tal vez la multitud no sea la condición más favorable para que se manifieste lo sobrenatural. Tal vez en un paseo solitario los espectros accedan más fácilmente a hacer su aparición e interactuar con los vivos. O quizás, como en el caso de Ana, prefieran a los niños antes que a los adultos. Sin dudas, las almas de los niños son más proclives a dialogar con lo sobrenatural sin ningún tipo de prejuicios. En mi caso, puedo decir, tal como rezaba el gaucho, “no me asustan sombras ni bultos que se menean”. O tal vez, como lo pensaba el abuelo de mi novia, un hombre sabio al que me hubiera gustado conocer, prefiero creer que los vivos son más peligrosos que los muertos.