martes, 25 de agosto de 2015

El desierto es limpio

La maleza crece alrededor de la torre.
La buena semilla muere, la mala se expande.
Una gruesa puerta de acero está sellada,
impide la entrada al interior del monolito.
Los insectos caminan entre las malezas,
observan a los escasos y casuales visitantes.
El sol de la siesta cae impiadosamente.
El desierto crece.
El desierto y la semilla.
La mala semilla.

El monumento quedó a la deriva.
El desierto comenzó a crecer.
La mala semilla empezó a expandirse.
La gigantesca mole de piedra
quedó abandonada, solitaria.
Las puertas se cerraron.

“Lo desconocido es una abstracción,
lo conocido, un desierto.
Pero lo conocido a medias,
lo apenas vislumbrado,
es el lugar perfecto en el que
ondula el deseo y la alucinación.”

El desierto es la nada misma,
el desierto lo es todo,
el desierto es muchas cosas.
El desierto nos persigue y nos alcanza.
La maleza nos envuelve,
nos envuelve cada vez más
a lo largo de nuestras vidas.
La mala semilla se origina
en un momento dado.

El desierto avanza, nunca se detiene.
La maleza también avanza,
tampoco se detiene.
El desierto es la maleza.
La maleza es el desierto.
La naturaleza se ríe de las vanas
pretensiones de los hombres.
Sólo lo salvaje es eterno,
sólo lo salvaje persiste.
Me gusta el desierto porque es limpio.

 

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