domingo, 1 de noviembre de 2015

Kertész o la imposibilidad de la autobiografía

En un artículo titulado “Problemas teóricos de la autobiografía”, Ángel Loureiro, analizando los postulados teóricos de Paul John Eakin, habla acerca de la imposibilidad de la autobiografía. ¿A qué se refiere con este concepto? Pues ni más ni menos que al hecho de que no se puede separar nunca la autobiografía de la ficción. En teoría, se supone que la primera es un texto narrativo en el cual un autor cuenta su propia vida, es decir, cuenta hechos reales acerca de sí mismo. Sin embargo, Eakin señala que “el texto autobiográfico no refleja un autor referencial sino que el autor se crea a sí mismo, crea un yo que no existiría sin ese texto” (1991: 4). Por lo tanto, desde este punto de vista, “el acto autobiográfico es un modo de autoinvención que se practica primero en el vivir y que se formaliza en la escritura” (1991: 4).
     De todas maneras, según Loureiro, Eakin retrocede en este límite y parece querer justificar el acto autobiográfico como narración de hechos reales acerca del sí mismo a partir de la psicología y no desde la historia, es decir, pretende hacerlo a partir de una disciplina que también se pretende científica y positivista. Piensa que si ya no se puede sostener el acto autobiográfico desde una referencialidad histórica comprobable, al menos se lo puede hacer desde una formal. En consecuencia, la validez de la autobiografía como género, según Eakin, se asienta en el hecho de que repite unas estructuras evolutivas de la personalidad (1991: 4-5). Sin embargo, algunos otros autores son contrarios a esta postura. Sidonie Smith, por ejemplo, señala que en el acto autobiográfico se produce un desdoblamiento del yo entre el yo narrador y el yo narrado. Desde este punto de vista, entonces, el texto autobiográfico es un artefacto retórico que, lejos de reproducir  o crear una historia de vida, producen su desapropiación (1991: 6), es decir, producen la narración de la historia de un yo narrado que pretende ser el mismo que el yo narrador pero que sin embargo es otro. Es en este punto, por lo tanto, en donde se realiza el cruce entre una historia que pretende ser real pero que no deja de ser al mismo tiempo ficticia.
     Del mismo modo, en la introducción de su libro Acto de presencia. La escritura autobiografía en Hispanoamérica, Sylvia Molloy también menciona la imposibilidad de “narrar la historia de una primera persona que sólo existe en el presente de la enunciación” (2011: 11). En cierta forma, esta idea de Molloy acerca de la narración autobiográfica coincide con la de Paul Ricoeur acerca de que el ser humano es una concordancia discordante. Ahora bien, ¿qué quiere decir Ricoeur con esta idea? Pues ni más ni menos que el ser humano nunca es el mismo en el transcurso de su vida, siempre está siendo otro. El hombre es una concordancia en tanto es el mismo a lo largo del tiempo, pero simultáneamente es una discordancia en cuanto siempre va siendo otro. Es así como Ricoeur menciona que en toda composición narrativa se da una “síntesis de lo heterogéneo” entre lo que es y lo que ya fue. Por esto, entonces, “la identidad narrativa de un personaje sólo puede ser correlativa de la concordancia discordante de la propia historia” (1999: 221).
     En consecuencia, tal como lo señala Molloy, el narrador en primera persona que sólo existe en el presente de la enunciación se aboca a la tarea imposible de contar la historia de otra primera persona que existe en el pasado de lo enunciado, otra persona que es el sí mismo pero al mismo tiempo es otro. O, tal como lo indicaba Sidonie Smith, se produce un desdoblamiento entre el yo narrador del presente y el yo narrado del pasado. Además, de la misma manera en que Ricoeur señala que “el relato es la dimensión lingüística que proporcionamos a la dimensión temporal de la vida. […] La historia de la vida se convierte, de ese modo, en una historia contada” (1999: 216), Molloy define a la autobiografía como una re-presentación, algo que se presenta nuevamente, se vuelve a contar, puesto que, según ella, “la vida a la que supuestamente se refiere es, de por sí, una suerte de construcción narrativa. La vida es siempre, necesariamente, relato” (2011: 15-16). En síntesis, a partir de lo expuesto, puede notarse como la autobiografía es un relato del sí mismo que siempre está atravesado por la ficción, un relato que nunca es totalmente real.

     Uno de los relatos en lo que se nota esta suerte de ficcionalización de la autobiografía es la novela Kaddish por el hijo no nacido del escritor húngaro Imre Kertész.  En ella existe un narrador en primera persona que, en cierto modo, a partir de sus vivencias, puede ser identificado con el autor de la misma. Desde este punto de vista, la novela de Kertézs puede ser leída como una autobiografía. Aunque, sin embargo, como se decía anteriormente, siempre va a ser una autobiografía que está atravesada por la ficción, que nunca cuenta totalmente la realidad. Uno de los primeros aspectos que se pueden tener en cuenta en este sentido es cómo se define a sí mismo el narrador de la historia. El narrador dice que es escritor y traductor, de nacionalidad húngara, de origen judío, sobreviviente de Auschwitz, esposo, hijo único, hijo rechazado por su madre, padre de un hijo no nacido. Sin embargo, el narrador no sólo se define a sí mismo sino que, de la misma manera, a lo largo de su vida, ha sido definido por otros, ha sido definido desde la alteridad. Por ejemplo, para los nazis que lo terminan transportando a Auschwitz ha sido definido como “una mujer calva con una bata colorada”, es decir, como un judío más entre otros judíos, como un impuro. Ahora bien, ¿de dónde proviene esta expresión? Proviene de uno de los episodios de la novela en el que el narrador, cuando era joven, tiene la oportunidad de ver a una familiar suya, a una tía más precisamente, en el momento en el que se estaba mostrando tal como la judía ortodoxa que era. Su padre le explica entonces que tanto su tía como sus parientes eran polisch, y que “las mujeres polisch se rapaban por motivos religiosos y llevaban una peluca llamada schlati” (2002: 73). Así es como el narrador descubre:
Mi condición de judío empezó a resultar cada vez más relevante, por cuanto tal condición implicaba en general la sentencia de muerte, como fue demostrándose con el paso del tiempo, de pronto tomé conciencia de que ya sabía quién era, […] yo era una mujer calva sentada delante del espejo, con una bata colorada. (2002: 31-32)
Al ser un judío más entre otros judíos es entonces un ser pasible de ser llevado a Auschwitz por los otros, por quienes se pretenden puros, superiores. El judío es una mancha, una peste, está estigmatizado.
     Es así entonces como el judío, la mujer calva con una bata roja, se transforma en un futuro sobreviviente de Auschwitz. Su relato está atravesado por esa vivencia. Sin embargo en el momento presente de la enunciación narrativa no puede decirse que el narrador sea tanto la mujer calva con una bata roja como el sobreviviente de un campo de concentración. En el momento presente de la enunciación, el narrador es otro, quizás sea el padre de un hijo no nacido, un hijo al cual le ha negado la existencia. O tal vez ni siquiera eso, tal vez sólo sea un viejo escritor que pasea junto a otro por el bosque de una residencia. Pero, de todos modos, tampoco deja de ser lo que fue antes, no deja de ser ni el judío ni el sobreviviente de Auschwitz. Es una concordancia discordante cuya vida está atravesada por esas vivencias que en su relato se hacen ficticias. Son ficticias en tanto no son la realidad sino que tan sólo son su realidad. En este punto, en su condición de judío sobreviviente de un campo de concentración, reside una de las premisas a partir de las cuales se estructura el relato. En una reunión con otros intelectuales judíos sobrevivientes de los campos de concentración nazis se llega a la conclusión de que “Auschwitz no tiene explicación”. Sin embargo, el narrador piensa por el contrario que “la frase, vista desde la mera perspectiva de la lógica lingüística, es errónea, que a lo sumo refleja deseos, una moralidad infantil […] y diversos complejos reprimidos” (2002: 45). Para el narrador, Auschwitz sí parece tener explicación, pero es una explicación no complaciente. Para el narrador
es imposible eludir las explicaciones, no cesamos de explicar y de dar explicaciones, la vida misma, ese complejo inexplicable de fenómenos y sensaciones, nos las exige, nuestro entorno nos las exige y, por último, nosotros mismos exigimos de nosotros explicaciones, hasta que conseguimos destruir todo a nuestro alrededor, incluidos nosotros mismos, es decir, hasta que por fin conseguimos explicarnos a muerte (2002: 8)

    En este sentido, Ricoeur reconoce que en la interpretación de los textos debe existir una complementariedad entre dos momentos, el comprensivo y el explicativo. Según el autor francés, “la comprensión es más bien el momento no metódico que en las ciencias de la interpretación, se compone con el momento metódico de la explicación. Ese momento precede, acompaña, clausura y de este modo envuelve a la explicación” (Lojo, 1986: 191). Ahora bien, ¿en qué consiste específicamente la explicación que el narrador de Kaddish por el hijo no nacido pretende dar acerca de Auschwitz según lo postulado por Ricoeur? Para Ricoeur, “la explicación desarrolla analíticamente la comprensión” (Ferraris, 2002: 251), es decir, es el momento epistemológico que precede a lo ontológico en la construcción del propio ser. Según Ferraris, “en una epistemología de los textos literarios, la hermenéutica no descubre simplemente un antagonista o a su otro, sino además sus propios orígenes” (2002: 251). De este modo, entonces, lo que hace el narrador de la novela de Kertész al intentar explicar el hecho Auschwitz es ni más ni menos que ubicar el ser del judío en una estructura ideológica que lo rechaza y, a partir de allí, tratar de comprender su propia vida tanto en relación al sí mismo como al otro, al que lo rechaza.

     Según lo que señala María Rosa Lojo, a partir de los postulados teóricos de Paul Ricoeur, “la narración se convierte en modelo interpretante de la realidad vivida” (1986: 194). Pero para ello debe cumplir una función metafórica y simbólica, es decir, debe ser “capaz de re-describir lo real por la tensión predicativa de la cópula que indica a la vez el ser y el no ser, esto es, el ser como” (1986: 193). Entonces, si uno se ubica en esta perspectiva metafórico-simbólica de la interpretación de los textos, puede comprender de mejor manera el conflicto que sufre el protagonista de la novela de Kertész. Básicamente, su problema consiste en que no desea tener un hijo, es el padre de un hijo no nacido. Ahora bien, ¿por qué no desea tenerlo? ¿Por qué no desea ser padre? Tal vez la explicación se encuentre en los episodios vividos durante su infancia. Hacia el final de la novela, el narrador recuerda un internado al que lo envió su padre para ser educado. Allí, en ese lugar, según él, la educación se basaba en principios simples: el principio de la autoridad, el principio autoritario del padre, el del ejercicio del poder. En ese sentido, el internado cumple la función del padre, es el depositario del poder. A partir de esta vivencia, el narrador concluye que “el poder es incontestable como incontestables son sus leyes que rigen nuestras vida, pero nunca podemos cumplir estas leyes de una manera total: siempre somos culpables ante el padre y ante Dios” (2002: 136).
     Del mismo modo que hay una conexión entre el internado y la figura paterna, hay otra entre el mismo lugar y Auschwitz. El narrador otra vez vuelve a recordar cómo pasaban revista en el internado, la pasaban de la misma manera en que después la pasarían en el campo de concentración. Auschwitz era para él, entonces, una exacerbación de las mismas virtudes para las cuales lo educaron desde su infancia (2002: 137). El narrador dice, en este sentido,
Auschwitz […] se me presenta en la imagen del padre, […] las palabras padre y Auschwitz producen en mí las mismas resonancias […]. Si es cierta la afirmación de que Dios es un padre encumbrado, entonces Dios se me manifestó en la imagen de Auschwitz (2002: 137)
Auschwitz, entonces, no sólo simboliza al internado, no sólo es una imagen especular y exacerbada de este lugar, sino que también es como el padre e incluso como Dios, el padre encumbrado. El estado que instituye Auschwitz es un padre iracundo que castiga a sus hijos no deseados, los impuros, los que son como una mujer calva con bata roja. Así, el deseo del narrador de no tener un hijo puede ser explicado, comprendido e interpretado a partir del deseo de no ser el Auschwitz de un nuevo ser en el mundo, el padre iracundo y punitivo de una nueva existencia. Por eso, el narrador reza un kaddish por él, por su hijo no nacido, lo reza para librarlo del mal del mundo.

     En conclusión, desde el punto de vista de su imposibilidad, la autobiografía que narra el protagonista de la novela de Kertész tal vez no sea un relato de hechos completamente verídicos acerca de la propia vida tal como tendría que serlo en este género sino más bien el intento de comprensión y explicación del sí mismo que uno es a partir de lo que uno ha sido. En ese sentido, el hombre que no desea ser padre es a partir del judío que ha sido estigmatizado, del judío que ha sobrevivido a Auschwitz, es la concordancia presente que es a partir de la discordancia que fue siendo en el tiempo pasado hasta su momento presente. La autobiografía se transforma así, de esta manera, en un ejercicio hermenéutico del sí mismo más que en un simple relato.

Bibliografía
FERRARIS, Mauricio (2002). Historia de la Hermenéutica. Siglo XXI, México.
KERTÉSZ, Imre (2002). Kaddish por el hijo no nacido. Narrativa del Acantilado, Barcelona.
LOJO, María Rosa (1986). “La hermenéutica de Paul Ricoeur y la constitución simbólica del texto literario” en Literatura y hermenéutica. García Cambeiro, Buenos Aires, pp. 189-210.
LOUREIRO, Ángel (1991). “Problemas teóricos de la autobiografía” en La autobiografía y sus problemas teóricos. Estudios e investigación documental. Suplemento de Anthropos Nro. 29. Diciembre, Barcelona, pp. 2-8.
MOLLOY, Sylvia (2001). Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica. Fondo de Cultura Económica, México.
RICOEUR, Paul (1999). Historia y narratividad. Paidós, Barcelona.


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